“Desconfianza, el mayor desafío al diálogo en Venezuela”

“Desconfianza, el mayor desafío al diálogo en Venezuela”

El diálogo entre el gobierno y la oposición “no se va a arreglar en una tarde”, pero “sería miope” no darse cuenta que la mayoría del pueblo venezolano pide ese camino aseguró la enviada del presidente Maduro a Roma por el nuevo cardenal Baltazar Porras.

ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ - CIUDAD DEL VATICANO

“El problema de nosotros no es la polarización, el problema es el respeto y la tolerancia”. María del Pilar Hernández es asesora del presidente venezolano. Conoce a la Iglesia desde sus tiempos de juventud. Fue elegida por Nicolás Maduro como enviada al Vaticano para asistir este fin de semana a la elevación al cardenalato del arzobispo de Mérida, Baltazar Porras. Un gesto significativo, considerando que el nuevo purpurado ha sido muy crítico con el gobierno de su país. En entrevista con el Vatican Insider habló sobre la crisis y el proceso de diálogo en su país.

¿Qué significa su presencia en el Vaticano?

Mi venida no es por el protocolo tradicional de cancillería sino por el despacho mismo del presidente, por eso creo que tiene un significado especial en la relación diplomática y un agradecimiento por la participación del Vaticano en la mediación de la mesa de diálogo en Venezuela. Es un detalle haberse tomado esto como algo personal y haber mandado a un representante a atender la relación con su eminencia Baltazar Porras porque siempre ha existido tensión entre la jerarquía católica venezolana y el gobierno, es un momento para distender eso.

¿Cómo valora el gobierno la presencia del Vaticano en la mesa de diálogo?

Sólo el Vaticano podía lograr sentar a dos partes tan polarizadas como el gobierno y la oposición. El más importante logro de la mesa de diálogo, hasta ahora, es que se han reducido de manera significativa los niveles de violencia en el país. Antes que se instalara la mesa había manifestaciones prácticamente todos los días, algunas de ellas terminaban en violencia de un lado o del otro. El diálogo ha permitido que nos encontremos y que podamos exponer nuestra diferencias pacíficamente, no enfrentándonos en la calle, sino hacerlo maduramente, como debe hacerse. Que no estamos de acuerdo, es cierto, hay muchas diferencias. Pero de eso se trata un diálogo, si estuviésemos de acuerdo el diálogo se acaba en tres minutos.

¿En qué se ha avanzado hasta ahora?

Ha habido algunos avances en detalles de política interna en cuanto al funcionamiento de las instituciones. La mesa de diálogo ha permitido bajar el nivel de conflicto entre los poderes. Además se ha liberado a algunas personas que los sectores opositores solicitaron, son detenidos que no tenían ni juicio ni sentencia, eso es importante tomarlo en cuento. Poco a poco, el diálogo no se soluciona en una tarde pero el avance es importante.

El nuevo cardenal Baltazar Porras dijo que los delegados del gobierno en la mesa son los hombres más radicalizados, ¿hasta dónde es real la disponibilidad al diálogo y el gobierno aceptará su parte de culpa en esta crisis?

Hay desconfianza de todas las partes. De parte del gobierno también se desconfía de las decisiones que pueden tomar los representantes de la oposición que están allí y que cuando salen de las conversaciones son desmentidos de sus propios compañeros. El problema de la desconfianza es delicado y puede provocar tropiezos en el camino del diálogo. Es parte de uno de los retos a superar. El problema de nosotros no es la polarización, el problema es el respeto y la tolerancia. Cuando vivimos en un país democrático como el nuestro se debe respetar a las personas que piensan completamente distinto a mi y viceversa. El sentarse en una mesa, el verse las caras y reconocerse ya es un gran logro. Se trata del reconocimiento mutuo más allá de las diferencias. Sería ingenuo pensar que vayamos a estar de acuerdo en todo, no tiene sentido pensar eso. Hay algunos aspectos comunes en los que podremos avanzar, no en los que estamos radicalmente en contra. Esos hay que dejarlos, por ahora, de lado.

¿Ustedes están dispuestos a aceptar que existe una crisis humanitaria para que se habrá un canal para permitir el ingreso, por ejemplo, de medicamentos?

Eso es una de las cosas que se está discutiendo en la mesa de diálogo, yo no me puedo pronunciar a título personal. Si en Venezuela no se consigue una medicina, eso le puede afectar a una persona de la oposición o a una persona del gobierno. Ese es un tema en el que debemos ponernos de acuerdo.

¿Si la mesa de diálogo fracasa la situación podría terminar en una guerra civil?

Solamente basta mirar alrededor en América Latina para ver que cuando los pueblos no se sientan a conversar se han generado guerras que han terminado en situaciones de violencia lamentable. No es el caso de Venezuela, donde tenemos la esperanza de poder dialogar civilizadamente. No somos ingenuos, hay personas que le apuestan a la violencia.

¿Sólo de una parte o en todos los sectores?

En todas las partes. Sectores que están interesados en la violencia y me animo a decir que algunos de ellos reciben financiamiento de afuera. Hay intereses a los que les conviene la inestabilidad en el país que pueda permitirles echar mano de las grandes riquezas en materia petrolera. Pero la gran mayoría de los venezolanos están apostando al diálogo, por eso seríamos muy miopes los dirigentes –de un lado y del otro- si no nos damos cuenta que ese es el camino porque el país nos puede superar.

Cuando instituciones como la Iglesia, observadores, fundaciones y otros organismos internacionales muy variados dicen que en Venezuela existe censura, persecución, acoso y que el gobierno pretende hacer ver que está todo bien, ¿es muy contundente no?

El primero que plantea las dificultades es el presidente de la República y no lo hace metido en cuatro paredes, permanentemente está declarando en los medios. Una cosa es reconocer dificultades importantes en materia económica y otra cosa distinta es que aceptemos críticas sin fundamento. Libertad de expresión, ¡por el amor de Dios! Yo soy periodista y puedo decir que en Venezuela hay una libertad de prensa extravagante, puede ser un “libertinaje” de expresión. Las cosas que se dicen aquí me atrevo a decir que ni en Estados Unidos se podrían decir. Además de la cantidad de acceso a todo tipo de medios, incluso las redes sociales. Ese tipo de críticas no se pueden aceptar, aunque hay otras cosas sobre las cuales se puede conversar.

¿Cuánto va a durar la mesa de diálogo?

A diferencia de algunos líderes de la oposición que le han puesto un tiempo a la mesa de diálogo, el gobierno no puso límite. Eso no quiere decir que vamos a estar toda la vida en esta situación porque tampoco es la expectativa. Predecir ahora cuánto van a tardar los acuerdos sería irresponsable porque se pueden generar expectativas que no necesariamente se van a cumplir y ese tipo de frustraciones son las que después llevan a la violencia. Hablamos de un proceso, no se termina en un día, estoy convencida que lo más importante del diálogo es el diálogo mismo. Que los venezolanos aprendamos que los problemas no se resuelven a golpes, ni con piedras, ni con represión. Eso es lo más importante, es un momento estelar para que Venezuela madure política y psicológicamente, como sociedad. 

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