“Debemos rechazar los falsos valores y despojarnos del egoísmo”

“Debemos rechazar los falsos valores y despojarnos del egoísmo”

Durante el Ángelus del primer domingo de Cuaresma, el Papa deseó a los detenidos «reconciliación y renovación de la vida». Después el llamado a los jóvenes para el Sínodo de los obispos 

«La Cuaresma es un camino de conversión y de lucha contra el mal, hay que tener el valor de rechazar todo lo que nos lleva fuera del camino, los falsos valores que nos engañan atrayendo de manera hipócrita nuestro egoísmo», afirmó Francisco durante el Ángelus. El mal actúa «donde se manifiestan violencias, rechazo del otro, cerrazones, guerras, injusticias», por lo que no hay que perder tiempo: la felicidad no está en la riqueza o en la carrera. 

  

En este inicio de Cuaresma, Francisco quiso dirigir a las personas detenidas un pensamiento especial: «queridos hermanos y hermanas que están en la cárcel, animo a cada uno de ustedes a vivir el periodo cuaresmal como ocasión de reconciliación y de renovación de la propia vida bajo la mirada misericordiosa del Señor». 

  

También recordó que «dentro de un mes, del 19 al 24 de marzo, vendrán a Roma alrededor de 300 jóvenes de todo el mundo para una reunión preparatoria del Sínodo de octubre». El Papa advirtió: «Pero deseo fuertemente que todos los jóvenes puedan ser protagonistas de esta preparación». 

  

Por ello, «podrán intervenir en línea, mediante grupos lingüísticos moderados por otros jóvenes». Y después, «la aportación de los grupos de la red se unirá a la de la reunión de Roma. Queridos jóvenes, pueden encontrar información en el sitio web de la Secretaría del Sínodo de los obispos. ¡Les agradezco por su contribución para caminar juntos!».  

  

En su reflexión inspirada en las Lecturas que propone la Liturgia dominical, el Pontífice sostuvo que «solamente Dios nos puede dar la verdadera felicidad», por lo tanto «es inútil que perdamos nuestro tiempo buscándola en otras partes, en las riquezas, en los placeres, en el poder, en la carrera». De hecho, «el Reino de Dios es la realización de todas nuestras aspiraciones más profundas y auténticas, porque es, al mismo tiempo, salvación del hombre y gloria de Dios». Antes de la oración mariana, Francisco recordó que «en este primer Domingo de Cuaresma, el Evangelio cita los temas de la tentación, de la conversión y de la Buena Noticia». 

  

El Evangelio de Marcos narra que el Espíritu llevó a Jesús al desierto «y en el desierto permaneció cuarenta días, tentado por Satanás». Jesús, subrayó el Papa, va al desierto para prepararse a su misión en el mundo. «Él no necesita conversión, sino que, en cuanto hombre, debe pasar a través de esta prueba, tanto por Sí mismo, para obedecer a la voluntad del Padre, como por nosotros, para darnos la gracia de vencer las tentaciones –observó Jorge Mario Bergoglio. Esta preparación consiste en el combate contra el espíritu del mal. También para nosotros la Cuaresma es un tiempo de “combate” espiritual: estamos llamados a afrontar al Maligno mediante la oración para ser capaces, con la ayuda de Dios, de derrotarlo en nuestra vida cotidiana. El mal, desgraciadamente, actúa en nuestra existencia y alrededor de nosotros, en donde se manifiestan violencias, rechazo del otro, cerrazones, guerras, injusticias». 

   

Pero, añadió Francisco, inmediatamente después de las tentaciones en el desierto, Jesús comienza a predicar el Evangelio, es decir la Buena Noticia, que exige la conversión y la fe del hombre.  

  

Él anuncia que el tiempo se ha cumplido y que el Reino de Dios está cerca. Y después hace una invitación: «Conviértanse, y crean en el Evangelio», es decir, anotó el Pontífice, crean «en esta Buena noticia de que el Reino de Dios está cerca». Siempre, recordó Francisco, «necesitamos conversión en nuestra vida, y la Iglesia nos hace rezar por esto», porque, efectivamente, «nunca estamos lo suficientemente orientados hacia Dios y debemos constantemente dirigir nuestra mente y nuestro corazón hacia Él». 

  

Para hacerlo, debemos «confiar en el Señor, en su bondad y en su proyecto de amor para cada uno de nosotros». La Cuaresma es, según el Papa Francisco, «un tiempo de penitencia, sí, ¡pero no es triste, de luto!». Es un «compromiso alegre y serio para despojarnos de nuestro egoísmo, de nuestro hombre viejo, y renovarnos según la gracia de nuestro bautismo». 

  

Así, «en este primer domingo de Cuaresma, estamos invitados a escuchar con atención y a recoger este llamado de Jesús a convertirnos y a creer en el Evangelio». El Papa recordó que se nos exhorta a «comenzar con empeño el camino hacia la Pascua, para acoger cada vez más la gracia de Dios, que pretende transformar el mundo en un reino de justicia, de paz, de fraternidad». Y «que María Santísima nos ayude a vivir esta Cuaresma con fidelidad a la Palabra de Dios y con una oración incesante, como hizo Jesús en el desierto. ¡No es imposible!». Hay que, pues, «vivir los días con el ardiente deseo de acoger el amor que proviene de Dios y que quiere transformar nuestra vida y el mundo entero». 

  

Después del Ángelus, Jorge Mario Bergoglio saludó a los peregrinos que se reunieron en la Plaza San Pedro y les pidió a todos «un recuerdo en la oración para mí y para los colaboradores de la Curia Romana», porque «hoy por la tarde comenzaremos la semana de Ejercicios Espirituales». 

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