Los “cura Brochero” que dejaron su huella en los pueblos del sur

A los sacerdotes Pedro Quaranta, monseñor Fassi, el padre Cinotto, el religioso Héctor Pereyra y otros tantos no sólo se los recuerda por su gran labor pastoral sino como gestores de grandes proyectos. Desde llevar el agua a sus comunidades hasta construir caminos, puentes y santuarios

Por Héctor Domingo Amaya ([email protected])

Fueron sacerdotes de otros tiempos. Aquellos que usaron sotana, que llegaron a celebrar la misa de espaldas a la asamblea y hablaban en latín, pero a la hora de trabajar por sus comunidades generaron importantes obras que quedaron para la posteridad en pueblos del sur cordobés, siempre un tanto olvidados de las ayudas de gobierno.

Estos hombres, sin dejar de pronunciarse bajo el Evangelio,  dejaron una impronta que hasta la actualidad tiene vigencia. Nunca renunciaron a su formación como religiosos, pero se animaron a llevar la cruz  en mano,  igual que el Cura Gaucho de Traslasierras.

Desde escuelas y caminos hasta puentes y capillas, parroquias y santuarios, nunca claudicaron cuando se propusieron objetivos, tampoco se doblegaron ante las adversidades y las carencias.

Sus nombres hoy perduran en el recuerdo. Calles, barrios, escuelas y diversos sitios quedaron grabados en el mármol de la historia. Y estos emprendimientos hoy siguen siendo fructíferos, sus obras perduraron desde el ámbito material y la fuerte convicción del contexto espiritual se ha visto reflejada en la devoción de miles y miles de fieles.

Además de la celebración de misas, de administrar sacramentos, de salvar almas en el lecho de un enfermo,  de predicar y predicar,  de recorrer como sea caminos polvorientos, muchas veces viajando horas y horas por una misa,  para muchos quizás sean historia desconocidas. Para otros, el mejor ejemplo de lo que hoy predica Francisco, el Papa argentino: “El pastor tiene que tener olor a oveja, olor a corral”.

Juan Bautista Fassi en Reducción, Juan Mauricio Cinotto en Sampacho, Pedro Quaranta en Jovita e Isidro Pereyra en Río Cuarto fueron los ejemplos de acción sacerdotal y además gestores de grandes obras y realizaciones en sus pueblos.

El padre Quaranta: agua y caminos

Fue párroco de la localidad de Jovita durante más de 50 años. Rutas, escuelas, servicios esenciales para un pueblo como la búsqueda del agua y marcar un camino. “Hay un antes y un después de Pedro Quaranta en el sur”, se escucha decir.

Fue el 25 de diciembre de 1957, a las 11 de la mañana, cuando se hizo cargo de la parroquia de Jovita.

Cuando llegó a Jovita tuvo que arreglar la casa y la iglesia, y en 1961 se dejó inaugurada una torre en donde se ubicaba un reloj, obra que fuera impulsada por un vecino del lugar.

Quaranta había proyectado preservar la vieja iglesia y, a la vez, comenzar un nuevo edificio. En función de ello se llevó a cabo una convocatoria en tiempos del Concilio Vaticano II.

Además, Quaranta es reconocido por ser uno de los artífices de la pavimentación de la ruta de acceso a la localidad y por haber dado con un bolsón de agua óptima para consumo, ya que la que se distribuía presentaba altos niveles de arsénico.

En 2007 recordaba a PUNTAL este acontecimiento: “En una de las tantas giras que hacía pidiendo gallinas o corderos encontré agua dulce a unos 6.500 metros de distancia de la población, por lo que decidimos realizar una perforación y nos pusimos muy contentos al verificar que la corriente se orientaba en la dirección apropiada para la provisión”.

También fue por su intercesión que el gobierno provincial decidió pavimentar el camino de acceso a Jovita. El sacerdote, hoy ya fallecido, recordaba: “Una vez leí que el gobierno de la provincia había pavimentado la ruta 24 desde la  nacional 35 hasta Coronel Moldes. Me fui como tiro a Córdoba, al Ministerio de Obras Públicas, porque hacía tiempo que yo venía empujando para que la ruta 27 fuera pavimentada. Era imposible de andar por el guadal o por el barro y las lagunas cuando llovía”. Y así su empeño se vio plasmado en esta obra.

 

Juan Cinotto, el sueño

del Santuario

Tras permanecer en la curia argentina y trabajar un lapso breve en la Colonia de Devoto,  Juan Mauricio Cinotto, cura oriundo de Turín (Italia), pidió ser trasladado a un lugar del interior. Fue precisamente en julio de 1905 cuando tomó posesión de la parroquia de un pueblito llamado Sampacho.

Allí comenzó su tarea pastoral. Primero observó que la mayoría de los labradores del lugar provenían de su amada y lejana Italia, hecho que le permitió al padre Juan un acercamiento más rápido con la comunidad.  Se propuso diversos objetivos a su llegada a la localidad, entre los que se destacan la idea de mejorar la iglesia, para lo cual se contactó con diversas personas tanto de la jerarquía eclesiástica provincial como del pueblo.

La devoción a La Consolata también es obra del intenso trabajo pastoral llevado a cabo por Juan Cinotto. Fue tal el sentimiento despertado en la colonia que la imagen ganó el corazón de los habitantes del lugar muy rápidamente.

En el año 1920 fundó el Colegio La Consolata (actualmente este establecimiento tiene todos los niveles educacionales y el nivel superior lleva precisamente su nombre) y fue impulsor de la labor de las religiosas del Bueno y Perpetuo Socorro, quienes estuvieron en Sampacho ocho décadas.

Pero su mayor sueño era hacer un gran Santuario para su Virgen, y así lo hizo, aunque no pudo  ver su obra reconocida como tal. Dos semanas después de su muerte -ocurrida el 23 de octubre de 1946-, la parroquia de Sampacho recibió el honor de ser declarada Santuario por orden de Monseñor Leopoldo Buteler.

Monseñor Fassi  y los puentes

Una gran parte de la historia de la villa de Reducción queda sintetizada en la labor de monseñor Juan Bautista Fassi. Sucede que este sacerdote fue artífice de una gran obra vial, además de la tarea pastoral.

Las acciones encaradas por el cura Fassi redundaron en que hoy la ruta 8 pase por el pueblo uniendo aquel viejo camino real desde Buenos Aires hasta la Villa de la Concepción del Río Cuarto. El 5 de octubre de 1940 se inauguró el camino precisamente en que se conmemora este acontecimiento.

El padre Fassi luchó infatigablemente para que el tren pasara por Reducción, pero no lo consiguió. Sí, en cambio, logró que el trazado de la ruta 8 tocara los límites de la localidad. Su obra no concluyó allí. Para unir la Villa de la Reducción con la estación ferroviaria más cercana, en el año 1934 construyó un puente sobre el río Cuarto que soportó decenas de crecidas a lo largo de su historia.

Este puente era vital para unir la banda sur del río, terminar con el aislamiento y de paso para los que viajaban en tren, principal medio por entonces era vital. La labor del viejo cura era infatigable. Para llegar a Reducción había que atravesar otros arroyos, vadearlos en sulky o jardineras o bien a pie. Era penosa la experiencia de los fieles que querían ir a postrarse bajo los pies del Señor de la Buena Muerte.

Ante ello mandó a construir  cuatro pequeños puentes sobre el arroyo Chucul, todos de 6 metros de ancho por 45 y 60 metros de largo, conforme  la amplitud del arroyo en cada sitio concreto, sobre el camino de Reducción a las Perdices; en el camino de Reducción a Olaeta- Bengolea; sobre el camino Olaeta-Charras, y el paso Alfonso en el viejo camino de Río Cuarto a Coronel Baigorria.

Héctor Isidro Pereyra

Al igual que el ilustre Brochero, a este sacerdote también lo llamaban “El Cura Gaucho” por una labor pastoral tan prologada que se extendió  más de 60 años. Nació en Alcira Gigena, Córdoba, el 12 de octubre de 1922 y llegó a Río Cuarto en 1947. Con 13 años de edad ingresó al Seminario Mayor Nuestra Señora de Loreto. Fue ordenado sacerdote en el año 1946.

Como le tocó ejercer en lo que más adelante iba a ser el Santuario de Fátima, su jurisdicción pastoral se completó en las poblaciones de Las Albahacas, El Chacay, Cuatro Vientos y Las Cañitas. Eran tiempos difíciles.

En julio de 1952 decidió construir una capilla.  Pidió ayuda y se la dieron, por lo que adquirió un terreno de 20 por 50 y comenzaron a apilar miles de ladrillos entre 1940 y 1946. En la Pascua del 24 de abril de 1949 se bendijo la piedra fundamental del templo. Construyó varias capillas, llevó el Evangelio a los pueblos, fue fundador de las parroquias de San Roque y Santa Teresita en Río Cuarto y su gran obra fue crear el actual Santuario de Fátima que lo tuvo como  párroco más de 40 años.

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