Cuatro lecciones de Argentina sobre el odio religioso

Cuatro lecciones de Argentina sobre el odio religioso

La movilización ciudadana ha logrado la retirada de una escultura de una Virgen María ataviada con el pañuelo que identifica a los abortistas en Argentina. Tal vez, en tiempos de posverdad, ha llegado el momento de que hagamos algo nuevo y revolucionario: defender y valorar la verdad.

 

El pasado 17 de abril el Poder Judicial ordenó retirar de la exposición pública en un Centro Cultural estatal argentino una imagen de yeso que buscaba ridiculizar a la virgen María mostrándola con un pañuelo verde al cuello, signo en Argentina de la campaña por el aborto legal. Dicha imagen había sido transportada hasta el lugar montando una parodia de procesión religiosa en apoyo al aborto.

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Lo que sucedió el pasado jueves (en vísperas de iniciar la Semana Santa) fue una victoria pequeña en su materialidad pero de innegable valor simbólico.

Ante la inoperancia del Poder Ejecutivo frente a esta provocación de odio religioso, sobresalen cuatro aspectos que describen cómo se planteó este problema y de los cuales podemos extraer lecciones interesantes: 

Primero: El auge de la “cristianofobia”

Si hablamos de persecuciones a la Cristiandad, nos vienen a la mente imágenes de matanzas ocurridas en África o en Asia -como la reciente en Sri Lanka-. Pero no, en Sudamérica también está sucediendo, aunque con matices diferentes. Repasemos algunos hechos:

En 2004, en la catedral de Santiago de Chile, fue degollado, en supuesto cumplimiento de un rito satánico, el sacerdote Faustino Gazziero mientras oficiaba la Misa.

En Argentina, donde se rechazó el aborto en 2018, lamentablemente los hechos de odio religioso son cada vez más frecuentes.

En 2013, atacaron con botellazos y pintura, orinaron e intentaron entrar a la catedral de Córdoba durante un festival de coro escolar. Los padres y la Policía lograron cerrar los portones y evitar mayores daños.

En 2017, frente a la catedral de Tucumán, un grupo de jóvenes montó una escena explícita en la que una mujer representaba a la Virgen María abortando un bebé. Posteriormente, el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) calificó lo ocurrido como “un acto de ataque y ofensa hacia los cristianos, particularmente los católicos”.

Las agresiones no son exclusivas de grupos fanáticos anónimos y al margen de la ley. Funcionarios argentinos también dan señales alarmantes

También ese año, le cortaron las manos a una imagen de la Virgen Inmaculada que dos semanas más tarde fue decapitada y robada en la ciudad de La Plata. Poco antes, los símbolos de un Vía Crucis habían sido arrancados y arrojados a la vereda de esa ciudad.

En el último año y medio, se documentaron otros ataques contra imágenes y templos religiosos de la Ciudad de Buenos Aires, Río Negro, Neuquén, Formosa, Córdoba, Mar del Plata, Rosario, Cruz del Eje y Río Cuarto entre otras.

Las agresiones no son exclusivas de grupos fanáticos anónimos y al margen de la ley. Funcionarios argentinos también dan señales alarmantes: el ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Enrique Avogadro, tuvo que salir a pedir disculpas luego de que se viralizara un video en el que se lo veía en una feria de “arte” comiendo un pastel con la forma del cuerpo de Jesús crucificado. Lo que nos remite al siguiente punto.

Segundo: El rol de los poderes del Estado

Los ciudadanos le otorgamos el poder al Estado. Pero ¿el Estado lo ejerce?

En el caso de la “virgen abortera” que estamos comentando, el secretario de Culto Alfredo Abriani reconoció en Twitter (@frechuabriani) que “No pueden tolerarse este tipo de injurias, que ofenden el sentimiento religioso de una gran parte de los argentinos”.

A su vez, desde la cuenta de Twitter de la Secretaría Derechos Humanos se acordó públicamente que la muestra contenía “elementos ofensivos” de los que los artistas no habían informado y que desde esa cartera “no se avalaban agravios ni ofensas” que pudieran afectar a instituciones o colectivos de personas y sus valores religiosos.

Pero… si los funcionarios reconocen que no se pueden tolerar este tipo de injurias ni avalarse los agravios… ¿Cómo se explica la inacción estatal? ¿Impotencia frente a lo políticamente correcto? ¿Cobardía? ¿Cálculo político en año electoral?

La Secretaría de Derechos Humanos (bajo cuya órbita funciona el centro cultural donde se montó la “virgen abortera”) se limitó a solicitar que se cambiara de lugar la imagen y pedir la intervención del INADI.

Acertadamente, el Juzgado que finalmente intervino aclaró que es el Estado quien debe velar por el adecuado ejercicio de los derechos mediante el uso de su poder de Policía, ya que la muestra se lleva a cabo en una de sus dependencias. Además agregó que: “Si la libertad de culto y la religión merecen respeto y debido resguardo, pareciera claro que también sus símbolos. Y es en este punto donde no albergo duda que la imagen de la Virgen María posee un contenido de especial relevancia para todos los miembros de la Iglesia Católica”. Sin embargo, el Poder Ejecutivo no hizo nada.

El paraguas del derecho a la libre (no libertina) expresión artística no habilita dejar de lado la obligación de respetar el derecho de otros conciudadanos

Por su parte, el INADI (en cuya sede central flamean desde hace meses pañuelos verdes abortistas) dictaminó que la obra podía resultar ofensiva a la fe y a los símbolos religiosos y que no parecía posible brindar protección a este tipo de expresiones y a la vez abogar por la tolerancia, la convivencia e invocar el respeto a los principios del pluralismo. Aun así tampoco la quitó por propia iniciativa. Una auténtica patata caliente de la que nadie parecía querer hacerse cargo.

Finalmente, resulta inaudito que esta situación se verifique en un predio estatal que el Estado argentino resignificó para recordar que no debe tolerarse nunca más la violación de los derechos humanos (¡!).

Tercero: Sobreabundancia de derechos: ¿y las obligaciones humanas?

En Twitter, el secretario de Culto argentino reconoció que “la libertad de expresión es un bien y es necesaria, pero en su nombre no se puede injuriar un símbolo religioso, por lo que representa de valioso para los creyentes. Actitudes provocativas como esta en nada ayudan a trabajar en pos de una cultura del respeto necesaria en toda sociedad plural.”

Por su parte, el Juzgado que otorgó la protección cautelar también señaló que “el derecho a la libertad de expresión no es un derecho absoluto ni ilimitado…” y que su ejercicio no puede posibilitar el atropello al derecho de otras personas, en este caso, quienes ven afectados sus sentimientos religiosos.

El límite debería estar dado por el respeto. El paraguas del derecho a la libre (no libertina) expresión artística no habilita dejar de lado la obligación de respetar el derecho de otros conciudadanos.

En una época donde se habla continuamente del respeto de los derechos humanos, resulta saludable que no se pierdan de vista las obligaciones que conlleva su protección para todos (y, por las dudas, todas).

Cuarto: La relevancia de la actuación ciudadana

El desaliento y la decepción frente a la incapacidad (o la indolencia) estatal fueron suelo fértil para que la sociedad argentina -una vez más- dé muestras de su vitalidad.

Ciudadanos y organizaciones como Abogados por la Vida, la Corporación de Abogados Católicos, CitizenGO y la parroquia del vecindario en el que se encuentra el centro de exposiciones hicieron lo que el inoperante Poder Ejecutivo Nacional no hizo.

El párroco del barrio movilizó a su comunidad y concurrió personalmente al centro cultural para rezar frente a la imagen de la Inmaculada Concepción ridiculizada con el pañuelo. Todo un gesto. Firme y pacífico

Los abogados salieron con vigor en defensa del sentimiento de millones de argentinos, agredido por este ataque antirreligioso, a través de los medios y reuniéndose con las autoridades. La plataforma CitizenGO fue para ellos una herramienta valiosa: reunieron cerca de 22.000 firmas solicitando el retiro de la “virgen abortera”.

Un letrado decidió pedir a la Justicia la protección contra la embestida de artistas, activistas del aborto y un Estado cómplice por inacción. Presentó el recurso de amparo que finalmente permitió el retiro de la “virgen” de la muestra.

El párroco del barrio movilizó a su comunidad y concurrió personalmente al centro cultural para rezar frente a la imagen de la Inmaculada Concepción ridiculizada con el pañuelo. Todo un gesto. Firme y pacífico.

El ataque a la Virgen es una maniobra que carece además de coherencia discursiva interna en el feminismo. Es que estas activistas del aborto sostienen que la maternidad de María no fue deseada. Lo cual no se sigue de los documentos bíblicos, ya que en ellos figura su clara su voluntad de aceptarla: “Hágase en mí según tu palabra”. Es que en el fondo, el relato abortista tampoco respeta la voluntad de la mujer que desea ser mamá. Solo importa abortar.

En definitiva, el valor de la ciudadanía para salvaguardar sus creencias religiosas, y la del movimiento Provida para apoyarla, se han dado cita en esta Argentina compleja del siglo XXI. Una ciudadanía activa, convencida del respeto al pluralismo. Discurso y acción coherentes fundados en la realidad. Tal vez, en tiempos de posverdad, ha llegado el momento de que hagamos algo nuevo y revolucionario: defender y valorar la verdad.

* Martin Zeballos Ayerza (44) es un abogado argentino. Colaboró con los diarios La Nación y Clarín abordando el debate del aborto en Argentina desde una perspectiva política. Trabaja con diversos actores políticos preocupados por estas problemáticas.

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