«Cuánto actúa el demonio en momentos de odio y de guerra»

«Cuánto actúa el demonio en momentos de odio y de guerra»

Papa Francisco celebró la Misa en el estadio de Bangui: «todos tenemos que pedir perdón al Señor por nuestras excesivas resistencias y demoras en dar testimonio del Evangelio». Por la tarde, el obispo de Roma vuelve al Vaticano

Por ANDREA TORNIELLI

ENVIADO A BANGUI 

«Todo bautizado ha de romper continuamente con lo que aún tiene del hombre viejo, del hombre pecador, siempre inclinado a ceder a la tentación del demonio (y cuánto actúa en nuestro mundo y en estos momentos de conflicto, de odio y de guerra), que lo lleva al egoísmo, a encerrarse en sí mismo y a la desconfianza, a la violencia y al instinto de destrucción, a la venganza, al abandono y a la explotación de los más débiles…». Lo dijo ayer y lo repite hoy: una vez más, Papa Francisco llama con su nombre a los que están detrás de la violencia, de la guerra, del odio étnico y religioso. 

El Papa fue recibido por un entusiasmo arrollador cuando el papamóbil descubierto entró al estadio Barthélemy Boganda de Bangui, dedicado al primer sacerdote católico nativo de la República Centroafricana, que fue ordenado sacerdote en 1938, fue elegido representante de las Colonias en el Parlamento de la Union Française y fundó el partido«Mesan» cuyo lema es «nutrir, vestir, curar, instruir, dar alojamiento». Volvió al estado laico en 1950 y durante un breve periodo fue presidente, poco tiempo antes de la independencia de 1960. 

La gente esperó al «mensajero de paz» soportando un calor sofocante. Es la última etapa del primer viaje a África de Francisco, que celebró la memoria de San Andrés. La liturgia estuvo acompañada con cantos y bailes muy emocionantes. Durante la procesión, el último en entrar era el Papa, atravesaron dos filas de chicas vestidas de verde y bailando.

«Es bueno —dijo Francisco en la homilía—, sobre todo en tiempos difíciles, cuando abundan las pruebas y los sufrimientos, cuando el futuro es incierto y nos sentimos cansados, con miedo de no poder más, reunirse alrededor del Señor, como hacemos hoy, para gozar de su presencia». 

El Papa recordó que la valentía de los cristianos, de los más pobres y de los más pequeños siempre se ha apoyado en la mirada hacia el cielo, la vida eterna. «Esta mirada —explicó— tendida hacia el mundo futuro ha fortalecido siempre el ánimo de los cristianos, de los más pobres, de los más pequeños, en su peregrinación terrena. La vida eterna no es una ilusión, no es una fuga del mundo, sino una poderosa realidad que nos llama y compromete a perseverar en la fe y en el amor». 

Pero Francisco recordó que la salvación que da la fe «es una realidad que transforma ya desde ahora nuestra vida presente y el mundo en que vivimos». «Demos gracias al Señor por su presencia y por la fuerza que nos comunica en nuestra vida diaria, cuando experimentamos el sufrimiento físico o moral, la pena, el luto; por los gestos de solidaridad y de generosidad que nos ayuda a realizar; por las alegrías y el amor que hace resplandecer en nuestras familias, en nuestras comunidades, a pesar de la miseria, la violencia que, a veces, nos rodea o del miedo al futuro; por el deseo que pone en nuestras almas de querer tejer lazos de amistad, de dialogar con el que es diferente, de perdonar al que nos ha hecho daño, de comprometernos a construir una sociedad más justa y fraterna en la que ninguno se sienta abandonado». 

«Nosotros sabemos también —continuó— que a nuestras comunidades cristianas, llamadas a la santidad, les queda todavía un largo camino por recorrer. Es evidente que todos tenemos que pedir perdón al Señor por nuestras excesivas resistencias y demoras en dar testimonio del Evangelio». El Papa invitó por ello a «perseverar con entusiasmo en la misión, una misión que necesita de nuevos mensajeros, más numerosos todavía, más generosos, más alegres, más santos. Todos y cada uno de nosotros estamos llamados a ser este mensajero que nuestro hermano, de cualquier etnia, religión y cultura, espera a menudo sin saberlo». 

«También nosotros —concluyó— tenemos que estar llenos de esperanza y de entusiasmo ante el futuro. La otra orilla está al alcance de la mano, y Jesús atraviesa el río con nosotros. Él ha resucitado de entre los muertos; desde entonces, las dificultades y sufrimientos que padecemos son ocasiones que nos abren a un futuro nuevo, si nos adherimos a su Persona. Cristianos de Centroáfrica, cada uno de ustedes está llamado a ser, con la perseverancia de su fe y de su compromiso misionero, artífice de la renovación humana y espiritual de su País». 

A las 12.30, Francisco dejará Bangui y se dirigirá de vuelta a Roma. La llegada está prevista para las 19 horas, en el aeropuerto de Ciampino. 

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