Cuando Scola dijo a los suyos: “Voten por Bergoglio”. Secretos del Cónclave que cambió la Iglesia

Cuando Scola dijo a los suyos: “Voten por Bergoglio”. Secretos del Cónclave que cambió la Iglesia

Los que apoyaban al entonces arzobispo argentino desmintieron los rumores sobre una presunta enfermedad y sobre su apoyo a la dictadura 

Durante los frenéticos días después de la histórica e impresionante renuncia de Benedicto XVI, los pronósticos indicaban un duelo italo-brasileño entre los cardenales Scola y Scherer. Con el arzobispo de Milán favorito para la sucesión en la Cátedra de Pedro. En cambio, el resultado de la primera votación del Cónclave indicó que no habría sido así: el alumno italiano de Joseph Raztinger recibió 30 votos, pero no los cuarenta que muchos se esperaban. Lo seguía de cerca un cierto Bergoglio, “la sorpresa”, elegido por 26 purpurados. El tercero fue Marc Ouellet, con 22. El arzobispo de San Paolo obtuvo solo 4. Significa, antes que nada, que los italianos estaban divididos en relación con Scola, y que, como dice el cardenal Oswald Gracias, «el Espíritu Santo nos estaba guiando hacia una particular dirección». Revela todo Gerard O’Connell, vaticanista de “America”, la revista neoyorquina de los jesuitas, autor de una extraordinaria obra de 270 páginas: “The Election of Pope Francis: An Insider Account of the Conclave That Changed de History” (Orbis Books, 2019), que saldrá a la venta hoy. Entre otras cosas, O’Connell se ocupó se seguir el Cónclave también para Vatican Insider, el sitio del periódico italiano “La Stampa”, citado varias veces en el libro.

 

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Entonces, el resultado del primer escrutinio secreto, del 12 de marzo de 2013 por la noche: Angelo Scola, 30; Jorge Mario Bergoglio, 26; Marc Ouellet (canadiense, prefecto de la Congregación para los Obispos), 22; Sean Patrick O’Malley, 10; Odilo Pedro Scherer, 4. «Esa primera votación habría podido dar la impresión de incertidumbre –observa O’Connell–, pero los electores lo vieron bajo una luz muy diferente». 

 

Ninguno alcanzó las dos terceras partes de la mayoría absoluta, es decir 77 votos, y por esta razón las boletas fueron quemadas, como indica la tradición, produciendo la “fumata nera”. El duelo se redefine: Scola-Bergoglio. Y comenzaron a apoyar al argentino Gracias, Walter Kasper, Laurent Monswengo Pasinya, Óscar Rodríguez Maradiaga, Jean-Louis Tauran y Peter Turkson. 

 

El 13 de marzo por la mañana, los 115 electores volvieron a votar. El resultado fue: Bergoglio, 45 votos; Scola, 38; Ouelllet, 24. Ventaja. Se necesitaba una tercera votación, que llevó a Bergoglio a 56 votos y a Scola a 41. El segundo y el tercer escrutinio indican «la dirección que el Cónclave estaba tomando», indicó O’Connel: los cardenales están listos para «dirigir sus miradas más allá del océano para elegir al primer Papa del Nuevo Mundo». 

 

A las 11,30 de la mañana, una nueva columna de humo negro salió de la Capilla Sixtina. Los purpurados volvieron a la Casa Santa Marta, su residencia durante la cúpula blindada. Pero no todos ellos. Scola se quedó con un grupo de cardenales italianos que lo apoyaban, entre los que estaban Angelo Bagnasco, Giuseppe Betori y Carlo Caffarra. El ya exfavorito «los exhortó a que votaran por Bergoglio, pero ellos no querían escuchar; no querían que arrojara la toalla». Esta petición de Scola fue una de las sorpresas que habrían cambiado todo.

 

Mientras tanto, el cubano Jaime Lucas Ortega y Alamino le pidió a Bergoglio el texto que había pronunciado algunos días antes durante las Congregaciones generales. El arzobispo de Buenos Aires se lo entregó y el cubano exclamó en voz alta, para que pudieran escuchar todos los demás: «¡Ahora tengo un texto del nuevo Papa!».

 

El viento soplaba sobre Buenos Aires. Pero también comenzó la contraofensiva de los que no querían al jesuita. Se difundió la noticia de que Bergoglio solamente tenía un pulmón. Entonces, indagaron todos sobre los presuntos problemas de salud Maradiaga y Santor Abril y Castelló, quien se dirigió directamente a Bergoglio para aclarar sus dudas. El arzobispo de Buenos Aires negó la noticia, explicando que «en 1957, cuando tenía como 21 años, se sometió a una operación para remover el lóbulo superior del pulmón derecho, en el que tenía tres quistes, pero que desde entonces su pulmón había funcionado sin problemas». Otro intento por frenar su elección: un purpurado fue a hablar con Karl Lehmann, tratando de plantar una conocida y desmentida “leyenda negra” sobre el pasado de Bergoglio: un supuesto acuerdo con la dictadura militar de su país (1976-1983). Lehmann se dirigió al brasileño Hummes para hablar al respecto y recibió una respuesta lapidaria: «¡Es todo falso!”».

 

Nada lograba frenar el impulso. El mismo Bergoglio, durante el almuerzo, se dio cuenta. Pero, a pesar de la presión a su alrededor, no se dejó apresar por el ansia. Estaba «en paz», e incluso logró echarse su acostumbrada siesta.

 

Los 115 “príncipes de la Iglesia” volvieron después a la Sixtina, conscientes de estar muy cerda de la elección histórica. Votaron de esta manera: Bergoglio, 67 votos; Scola, 32; Ouellet, 13. Hubo un pequeño incidente técnico: había 116 boletas porque uno de los cardenales metió a la urna por error una boleta en blanco. Una nueva votación.

 

Pero ya estaba clara «la voluntad del Espíritu Santo». 

 

Durante el quinto conteo de los votos, cuando fue pronunciado el nombre «Bergoglio» setenta y siete veces, «hubo alegría y entusiasmo», contaron varios purpurados. Explotó un gran aplauso. Bergoglio, 85 votos; Scola, 20; Ouellet, 8, fue el resultado final. Bergoglio se levantó, fue a donde estaba Scola y lo abrazó. La emoción fue era muy fuerte. El nuevo Papa eligió el nombre de Francisco.

 

El mundo entero tenía la mirada puesta en el Estado más pequeño del mundo, sin saber lo que estaba pasando. Algo se intuía, con el escrutinio del día anterior, que habría podido indicar que por primera vez el Pontífice habría podido «no ser europeo». 

 

Después llegaron la “fumata bianca” y el «Habemis Papam». Y desde la logia de la Basílica de San Pedro se asomó un argentino.

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