Cuando San Cayetano me hizo conocer a Francisco

Cuando San Cayetano me hizo conocer a Francisco

Po​​r Federico Wals

Hace 10 años atrás conocí -con pocas semanas de diferencia- a dos personas que marcaron mi vida. Dos hechos separados que confluyeron uno en el otro. Corría fines de febrero de 2007 y llevaba algunos meses sin trabajo; las entrevistas quedaban en nada y la situación de por sí era preocupante pero con el agregado de que a mediados de abril nacía mi primera hija… 

Recuerdo ese día como si hubiera sido ayer: viajábamos con mi esposa una calurosa mañana de febrero a visitar unos primos y parado como iba, no escuchaba el ruido del tren absorto en mis preocupaciones. De repente un nene de 3 o 4 años despierta mis pensamientos para ofrecerme una estampa; en su manito tenía muchas y de los mas variados santos pero a mi me ofrecía justo… San Cayetano. Sí, para un “incrédulo de las estampitas” como yo, esa no era la mejor solución a las preocupaciones. Sin dudarlo mi esposa se la aceptó y me dijo: “¿Le rezamos una novena?”.

 

Marzo asomaba. Faltaban pocos minutos para empezar un nuevo mes y el tan ansiado trabajo no aparecía cuando de pronto sonó mi celular: era un sacerdote amigo ofreciéndome trabajar con él a partir del día siguiente. San Cayetano me estaba dando su primera lección.

 

Fueron pasando esas primeras semanas en el Arzobispado de Buenos Aires y cuando me quise dar cuenta era 7 de agosto. Yo tenía que estar; yo debía estar para agradecerle a ‘Sanca’ el que no me hubiera abandonado. “Padre, quisiera acompañarlo a San Cayetano mañana...” recuerdo que le dije a Bergoglio. Me miró entre sorprendido y curioso y le conté la historia. Mi historia. “¿Viste? Dios nunca abandona”, me respondió.

 

Pasó el tiempo y cada año vuelvo, aunque sea un a vez, para agradecer por los favores concedidos y también por las intenciones que cada uno lleva en su corazón; porque además, si algo se aprende con los peregrinos, es que muchos se acercan a pedir pero muchos mas van para agradecer por el trabajo, que permite llevar dignamente el pan a la mesa. Segunda lección.

 

Y gracias a ‘Sanca’ conocí a Francisco mucho antes de su elección como obispo de Roma: lejos de su gesto adusto y preocupado, entre los fieles que esperaban para entrar al Santuario el padre Jorge encontraba y se encontraba con su mejor versión de sí mismo. Rodeado de lo que llamaba el pueblo fiel de Dios, de la gente y su religiosidad popular, el Pastor se encontraba con sus ovejas. Francisco en estado puro y sin intermediarios. Tercera lección.

 

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