Costa de Marfil; un profundo respeto une a cristianos y musulmanes

Costa de Marfil; un profundo respeto une a cristianos y musulmanes

Historias de convivencia entre los que creen en Cristo y los que creen en Mahoma. Viaje al norte del país africano, en donde los Misioneros de la Consolata actúan apoyando y reforzando los vínculos entre las dos religiones

Por CRISTINA UGUCCIONI

 

«Sería reductivo afirmar que en esta zona de Costa de Marfil los cristianos y los musulmanes se toleran. Aquí el respeto es profundo: se quieren bien». Son palabras del padre Matteo Pettinari, misionero de la Consolata de 36 años. Desde 2011 vive en Dianra, pequeña ciudad al norte del país africano, con otros dos misioneros: son responsables de una misión que cubre un territorio de alrededor de 3000 kilómetros cuadrados y en la que se encuentran dos subprefecturas: la de Dianra, en la que viven principalmente personas de la etnia senufa (cristianas, musulmanas y animistas), y la de Dianra Village, en donde la mayor parte de la población es de etnia malinké (musulmanes). En conjunto, los habitantes son alrededor de 100.000: los católicos representan menos del 2%, los evangélicos el 3%, más del 65% son musulmanes y el 30% sigue las religiones tradicionales. 

 

“Humus” religioso  

 

Para comprender la naturaleza de las relaciones entre los cristianos y los musulmanes en esta zona de Costa de Marfil, observa el padre Matteo, es necesario partir de una premisa: «Aquí el “humus” es religioso: existe la certeza de la presencia de Dios y la convicción de depender de Él. Cristo se refleja incluso en el lenguaje común y corriente: por ejemplo, para desearle a alguien que se cure rápido se dice: “Que Dios te dé salud”; para saludar se utiliza la expresión: “Que Dios te dé un buen día”. Dios existe y está cerca del ser humano: esta fe es común a todos. Como consecuencia, hay un respeto auténtico, profundo, entre los fieles cristianos y musulmanes. Nosotros, los misioneros, somos llamados “hombres de Dios”; a menudo los musulmanes nos piden que recemos por ellos o que nos acordemos en las misas de sus parientes católicos difuntos. En la zona de los senufo, los matrimonios entre cristianos y musulmanes son muy frecuentes». 

 

Reforzar los vínculos  

 

Cuando los padres de la Consolata llegaron a este territorio, en 2001, decidieron poner en marcha una misión “ligera”, con estructuras de pequeñas dimensiones que pudieran ser administradas por la población y en las que se habría empleado a jóvenes adecuadamente formados. «Nosotros, los misioneros, siempre hemos involucrado a todos en nuestras obras, animando y reforzando los vínculos entre cristianos, musulmanes y quienes siguen la religión tradicional», afirmó el padre Matteo: «proximidad y fraternidad guían nuestras decisiones y el cuidado de esta población que vive con sencillez y que ha sufrido grandes sufrimientos y privaciones debido a un conflicto que ha durado casi 10 años. El norte de Costa de Marfil quedó bajo el dominio de los rebeldes de 202 a 2011 y durante todo este tiempo no hubo funcionarios estatales, ni médicos ni maestros». 

 

Los centros sanitarios  

 

Durante estos años los misioneros han abierto pequeñas casas de la salud en algunas aldeas y un centro sanitario en Dianra Village, en el que se está construyendo también un estudio de higiene dental. Ya funciona, en cambio, la estructura de maternidad. «Al principio, la población era muy desconfiada: prefería encomendarse a los curanderos locales, pero la situación está cambiando lentamente y el número de los pacientes aumenta», cuenta el padre Matteo. «El personal sanitario del centro de Dianra Village (en donde el año pasado se llevaron a cabo 1300 consultas prenatales y 6000 visitas médicas) es de 14 personas: entre ellos hay jóvenes cristianos y musulmanes cuya formación hemos financiado. En la actualidad hay enfermeros y agentes sanitarios que trabajan juntos con gran espíritu de colaboración». Para contrarrestar la desnutrición, los misioneros también pusieron en marcha un programa que involucra a 11 aldeas: los niños son seguidos constantemente y a las madres se les ofrecen alimentos básicos. 

 

El médico musulmán  

 

El primer médico que prestó servicio en Dianra Village es Abudu Sumalia, musulmán de 45 años, casado y padre de dos hijos. El padre Matteo lo describe como «un buen amigo, un hombre de gran humanidad y rectitud». Hace algún tiempo, el doctor se mudó pero siempre ha estado en contacto con los misioneros y no ha olvidado el tiempo que pasó en el centro médico del que se ocupan: «Amaba ese trabajo», dice. «El rigor, la disciplina, la búsqueda de la excelencia y el respeto de la dignidad humana eran nuestro pan cotidiano». En relación con sus relaciones con los cristianos, afirmó: «Son óptimas, sobre todo con los católicos: muchos se han convertido en amigos muy queridos. Mi esposa es católica: al principio de nuestra relación las cosas no fueron fáciles, pero hoy entre nuestras dos familias reina una espléndida armonía». 

 

Analfabetismo difundido  

 

Precisamente esta zona de la Costa de Marfil cuenta con un triste primado: la mayor tasa de analfabetismo del país. «Para nosotros, los misioneros, la mayor dificultad no es reunir fondos para construir centros de alfabetización: es hacer que se comprenda la importancia de aprender a leer y a escribir entre personas que nunca han sentido esta exigencia. Hemos desarrollado un paciente y capilar trabajo de persuasión que continúa. Aunque represente una gota en el mar, los resultados son alentadores: hasta ahora hemos creado seis centros que proponen lecciones por la tarde. Los enseñantes son cristianos y musulmanes, y actualmente hay en total 220 estudiantes, principalmente adultos». 

 

La promoción de la mujer  

 

Los misioneros también promueven un proyecto de microcrédito destinado a la población femenina: las que se benefician de este programa son 160 mujeres que han logrado crear pequeñas actividades comerciales. Cada año pagan el 10% de lo recibido y con esas sumas obtienen nuevos créditos. «En este trabajo hemos involucrado, en calidad de responsables, a seis mujeres y una es musulmana», dice el padre Matteo. «Nos importa mucho –añade– la condición femenina: organizamos encuentros para ayudar a las mujeres a cobrar conciencia de su dignidad y de su valor. Precisamente aquí se sigue practicando entre las niñas la infibulación: convencer a las madres (incluso cristianas) de que renuncien es muy difícil». 

 

La capilla pintada por musulmanes  

 

En la subprefectura habitada principalmente por los malinké (que son musulmanes), el año pasado se verificó un episodio que sorprendió mucho al padre Matteo: «El imán de la pequeña ciudad de Sononzo promovió una campaña para reunir fondos para pintar la mezquita y me pidió permiso para usar parte del dinero para hacer lo mismo con nuestra capilla, que no estaba en buenas condiciones. Acepté, sorprendido y conmovido por la propuesta. Así, ahora en Sononzo, nuestra iglesita y la mezquita tienen el mismo color. El imán, cuando le manifesté mi agradecimiento, me dijo que con ese gesto la población quería agradecernos por el centro de alfabetización y por el pozo que construimos, dos proyectos en los que se involucraron (como si fueran una única cosa) la pequeña comunidad cristiana y la comunidad musulmana». 

 

Las relaciones en Costa de Marfil  

 

En toda la Costa de Marfil las relaciones entre los cristianos y musulmanes son generalmente muy buenas, concluye el doctor Abudu: «Estoy convencido de que constituyen un factor indispensable para la cohesión social, no solo en mi país sino también en el resto del mundo. Creo que las personas auténticamente religiosas (de diferentes religiones) que viven y trabajan juntas en armonía y paz pueden demostrar y enseñarle al mundo que amar a Dios significa amar al prójimo y aceptar las diferencias».

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