Del “condenados al éxito” al “que se vayan todos”

Del “condenados al éxito” al “que se vayan todos”

Por Eduardo Reina

Mentalidad barreta, sostenemos lo insostenible hasta que llega una gran crisis.

Siempre se dice que el Mundial le regala un mes de descanso a la política. Parece que, en ese tiempo, cada cuatro años, la sociedad está más pendiente del fútbol que de lo que ocurre en el país. Es el momento ideal para distraer la atención, enfriar conflictos e implementar medidas impopulares. Pero claro: eso si te va más o menos bien. Si te llega a ir mal, lejos de tapar las miserias, el Mundial las desnuda.

Por supuesto, es muy difícil llegar a salir campeón en un torneo que tiene 32 participantes y está lleno de azares. Para Argentina, en todos los mundiales, salvo en dos, llegó el momento de volverse a casa con las manos vacías. No se puede caer en la demagogia de afirmar que toda derrota es un fracaso. No es así. La catástrofe no fue perder un partido contra Croacia, sino haber desplegado una calidad de juego paupérrima.

Viendo los últimos partidos de la Selección, en amistosos y en eliminatorias, no cabía esperar otra cosa. Y sin embargo, buena parte del país quedó en shock. ¿Cómo nos va a pasar esto, si somos Argentina? ¿Cómo, si Argentina siempre es candidato? Así como tantas veces nos creímos la historia de la Argentina primer mundo, país europeo metido en Sudamérica, también nos creímos ahora el mito de la ¨Argentina potencia futbolística¨.

No sería correcto decir, como tantos, que la Selección es un reflejo del país. Un equipo de fútbol no es un espejo mágico. Más bien, habría que decir que es una consecuencia del país. La realidad es que hace tiempo que la dirigencia del fútbol hace aguas, y no cabía esperar otros resultados. A los nostálgicos de la época de Grondona habría que recordarles que es precisamente ese modelo personalista, con tintes mafiosos, el que impidió que el fútbol argentino se reconstruyera después de la muerte de “Don Julio”.

El error de Caballero, por más grave que sea en un deportista de alta competición, no perdió por sí solo el partido. Es una anécdota, como también lo es si Messi tocó la pelota o no. Lo terrible es la manera en que el equipo se desintegró después de ese error. Lo que se vio fue un grupo sin inspiración ni liderazgo, un puro rejunte de jugadores. Es la consecuencia de una gestión pésima, de Tapia, de Sampaoli, pero también del fútbol argentino en su conjunto.

En un libro oportunista que Sampaoli sacó poco antes del mundial, el DT argentino confesó estar “en contra de la planificación”. Los resultados están a la vista. Ahí sí hay una clave de los problemas argentinos en tantas áreas. Gobiernos que piensan de acá a la próxima elección pero no en términos de diez o veinte años; sindicatos que presionan en lugar de negociar; empresarios que aumentan precios indiscriminadamente; periodistas que hablan y escriben sólo para conseguir más clics, rating o streaming.

En síntesis, es una mentalidad berreta. Sostenemos lo insostenible hasta que llega una gran crisis y entonces buscamos situaciones mágicas. Pensamos en Tinelli presidente (de la AFA o de la Argentina), en que se vayan todos, que renuncie Messi, y después de la indignación todo vuelve a ser como antes.

Lo más extraño de todo es que, pese a este clima de derrotismo, Argentina todavía tiene chances reales de pasar a octavos de final. Pero tampoco cabe esperar una gran actuación en esa instancia. Hasta el Presidente, que se cansó de decir en visitas internacionales que “the next cup will be for Argentina”, se llama a silencio.

Es que si Argentina queda afuera del Mundial el martes, o un poco después, será momento de empezar a trabajar. Tanto los políticos, que ya no cuentan con el Mundial como bálsamo, y volverán a estar en el ojo de la tormenta, como los dirigentes del fútbol, que tendrán que volver a pensar a largo plazo, en las selecciones juveniles, y en el grupo que será el recambio cuando llegue el 2022, el 2026 o el 2030. Y la sociedad en su conjunto, desengañada y descreída, también deberá exigirse y exigirles a todos menos soluciones mágicas y más planificación.

Me corrijo: incluso si llega a ocurrir un milagro, y Argentina llega a los primeros puestos jugando de esta forma horrorosa, será necesario abandonar la mentalidad berreta y volver a pensar todo prácticamente desde cero. ¿Alguien lo hará? Eso ya es otra historia.

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