Comunión a los divorciados: “El Papa pidió no absolutizar”

Comunión a los divorciados: “El Papa pidió no absolutizar”

Entrevista con el arzobispo de Morelia, Alberto Suárez Inda, sobre el viaje del Papa a México, las diferencias entre los obispos de ese país y las implicaciones de la exhortación apostólica de Francisco sobre la familia

Por ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ - CIUDAD DEL VATICANO

En mayo de 2014, durante la visita de los obispos de México al Vaticano, Alberto Suárez Inda le recordó al Papa que estaba de salida en su ministerio como arzobispo de Morelia. En enero anterior había presentado su renuncia, al cumplir 75 años. Pero Francisco tenía otros planes para él: lo mantuvo en su puesto, poco después lo creó cardenal y, más tarde, le anunció que visitaría su diócesis. En entrevista con el Vatican Insider pasa revista a diversos temas de actualidad. 

¿Qué balance hace el Papa de su visita a México?  

Tiene un recuerdo muy hondo de su experiencia, nos dijo que fue un viaje muy fatigoso pero provechoso, conoció mucho más al país y fue a brindar un servicio, dio consuelo y nos impulsó a actuar de manera inteligente a todos respecto del gravísimo problema del narcotráfico. Conoce la situación gravísima de México y nos invita, a la ciudadanía y a los gobernantes, a responder tratando de que haya más justicia, empleo, oportunidades para los jóvenes porque, de otra manera son presa fácil de esta falacia, de esta seducción de un dinero fácil.   

¿Cómo recibieron los obispos de México el discurso del Papa en la catedral de la Ciudad de México, que generó algunas controversias?  

Recién tuvimos la asamblea plenaria (de la Conferencia del Episcopado) y gran parte del tiempo lo dedicamos a asimilar el mensaje del Papa. Nos pareció muy positivo, esperanzador, exigente y comprometedor. Para nosotros no es polémico sino, más bien, motivo de unánime gratitud. Todos los obispos estamos empeñados en ver cómo sacar fruto de esta visita del Papa llevando a la práctica sus consejos paternos. Esto nos motiva a la unidad entre nosotros y a un compromiso efectivo con nuestros sacerdotes, con los jóvenes y la historia de nuestro pueblo. El mensaje fue inspirador y nos mueve a poner en práctica algo que no es extravagante sino evangélico.   

La unidad de los obispos mexicanos se presenta como un desafío después de las diferencias que salieron a relucir en torno a la visita papal, ¿coincide?  

Las diferencias son normales, es la riqueza en un grupo colegiado. Lo importante es que estamos todos con una actitud de escuchar al espíritu y ver cómo nuestros planes de pastoral van orientados por ese mismo espíritu. México es un mosaico de realidades diferentes, la unidad siempre será un ideal exigente no logrado del todo porque así es la realidad humana. En toda familia hay tensiones y siempre se necesita renovar el pacto de amor, lo mismo en la Iglesia tratamos siempre de vivir el diálogo, la comprensión y también el perdón, ¿por qué no? Como el Papa nos dijo: “Si pelean tienen que hacerlo como hombres, pero como hombres de Dios que pueden orar juntos” y, también en un momento dado darse el abrazo de la paz, lo cual implica una disposición a seguir el evangelio en el cual Cristo invita a los apóstoles a llevar la delantera en el servicio y no en el protagonismo, en la humildad y no buscar ambiciosamente privilegios.  

Usted nos refiere de la unanimidad de los obispos al reconocer la importancia del mensaje del Papa. Si existe esta unanimidad, ¿de dónde surgió la idea de que el Papa se equivocó en su discurso o fue mal aconsejado?  

Eso lo dijo una editorial no firmada de un semanario en una ciudad, no del país. Ya lo he dicho, el señalar que el Papa está equivocado es una equivocación, yo no estoy de acuerdo con eso. Han tratado de dar marcha atrás, luego de aventurar una opinión así. Ha habido reacciones fuertes de laicos que pidieron a quien escribió eso dé la cara y no se esconda bajo el anonimato.  

¿Cómo recibió “Amoris laetitia”, la exhortación del Papa Francisco sobre la familia?  

Tuve la gracia de participar en la asamblea del Sínodo de los Obispos en octubre pasado veo que el pensamiento de la asamblea está fielmente reflejado en la “Amoris Laetitia”. Existen puntos en los cuales debemos seguir en el diálogo, en búsqueda de cómo aplicar los principios.   

¿Qué le llamó más la atención del documento?  

Para mi lo más importante del mensaje es el enfoque, desde qué postura miramos nosotros a las familias y tratamos de ayudarlas en su realidad concreta. Nos pide acercarnos con una actitud de servicio y de respeto a las situaciones que viven. Nos invita también a vivir la espiritualidad de la familia sin la cual se desmorona la institución que es base de la sociedad.  

Sobre el tema de los divorciados vueltos a casar han surgido diversas interpretaciones. Existe quien dice que nada ha cambiado y quien señala lo opuesto, ¿cómo lo ve usted?  

Ya Juan Pablo II puso los puntos sobre las íes en “Familiaris Consortio” y ahora lo dijo Francisco: los divorciados vueltos a casar no están excomulgados, forman parte de la Iglesia y deben participar de muchas maneras en la vida de la comunidad. Debemos mirarlos como hermanos en la fe, como gente que tiene necesidades particulares.  

Y sobre la comunión para algunas personas en esa condición, ¿qué opina?  

Respecto a la comunión sacramental el Papa dice que no podemos absolutizar o generalizar, se necesita seguir un discernimiento y existen casos en los cuales está claro que pueden acercarse si no provocan escándalo, si garantizan que viven conforme a su conciencia y además, en la medida de los posible, de una manera ordenada, inclusive hasta llegar a la promesa de la continencia, “como hermanos”. Sé que esto para algunos es una hipótesis imposible, como algo que no está dentro de la normalidad de la relación entre hombre y mujer que viven bajo el mismo techo, pero el Papa nos invita a no tener un juicio apodíctico y continuar el discernimiento. Claramente dice: “No quiero llegar, en este momento, a dar como sentencia algo que no se ha concluido en la búsqueda pastoral”. Hay que tomar lo que nos pide el Papa: tener una actitud de respeto y continuar el discernimiento, que nos deja a los obispos y sacerdotes una responsabilidad enorme de no proceder a la ligera y de ayudar a esta gente.  

¿Qué implica el discernimiento?  

Pensar que, si bien los sacramentos son el medio ordinario por el cual se nos comunica la gracia pero Dios, al instituir los sacramentos, no se ató las manos, él tiene muchos caminos para dar la gracias e inclusive los no católicos, o la gente de buena voluntad que no conoce la fe tiene la posibilidad de salvarse, de dar buenos ejemplos a los que somos practicantes. Dios a todos quiere salvar y la Iglesia es un instrumento para la salvación.  

¿Qué es lo más difícil a la hora de abordar estos casos extremos?  

Lo difícil es formar al clero, que los sacerdotes tengan una ciencia y una praxis pastoral, especialmente en temas morales, para que no haya ni intransigencia ni tampoco una actitud fácil de abaratar las cosas. Esta formación de la conciencia de los sacerdotes es clave para poder acompañar a la gente, es de lo más delicado. Necesitamos principios muy claros pero también una gran sensibilidad, una actitud de pastor. 

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