Comunicado en ocasión de la XXIII Marcha Nacional del Campesinado Pobre

Comunicado en ocasión de la XXIII Marcha Nacional del Campesinado Pobre

En el Año Jubilar de la Misericordia, “Seamos misericordiosos como el Padre” (Lc. 6, 36) la Conferencia Episcopal paraguaya dirige su mensaje a la XXIII Marcha Nacional de los campesinos.

Necesitamos que la misericordia abrace a la justicia, por eso, hace falta promover soluciones estructurales a los problemas del campesinado a través del diálogo y del encuentro entre los actores de  las políticas públicas de desarrollo integral y sostenible.

Expresamos nuestra solidaridad con los pedidos del sector campesino por una vida más plena y digna. Los acompañamos a través de la Pastoral Social en las diócesis, donde constatamos en muchas familias situaciones de gran carencia de sus necesidades básicas.

El progreso sostenible será posible cuando se implante la “agricultura familiar” como solución a los problemas sociales del campesinado. Esto implica un pedazo de tierra para vivir dignamente y poder cultivar, el acceso gratuito y de calidad a los servicios de la educación y salud, como otras necesidades que ayudarán a mejorar la calidad de vida y colaborar con el “cuidado de la casa común”.

El Papa Francisco, citando a los obispos del Paraguay, subrayó: “Todo campesino tiene derecho natural a poseer un lote racional de tierra donde pueda establecer su hogar, trabajar para la subsistencia de su familia y tener seguridad existencial.  Este derecho debe estar garantizado para que su ejercicio no sea ilusorio sino real. Lo cual significa que, además del título de propiedad, el campesino debe contar con medios de educación técnica, crédito, seguros y comercialización”. (Carta encíclica Laudato Si, 94).

Es responsabilidad de los poderes del Estado y órganos competentes escuchar el clamor de los campesinos y sus propuestas y, en consecuencia, encarar las acciones estratégicas que contribuyan al bienestar de nuestros hermanos del campo.

Exhortamos a todos, campesinos, autoridades y a la sociedad en general a poner en primer lugar a las personas y a la salvaguardia de los principios de la paz social. Que el campesinado muestre con sus gestos su compostura digna que siempre le caracterizó, evitando todo desborde que eventualmente pueda llevar a la violencia.

Desde nuestra misión evangelizadora que promueve la dignidad de la persona y la búsqueda del Bien Común, encomendamos a Dios Padre Misericordioso y a la protección de la Santísima Virgen María, este acontecimiento que, esperamos, redunde en beneficio de todo nuestro pueblo.

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