China; la Asociación Patriótica conmemora sus 60 años. Palabras del pasado

China; la Asociación Patriótica conmemora sus 60 años. Palabras del pasado

En el día de los festejos para el organismo fundado en 1957, ante la presencia de unos sesenta obispos italianos legítimos y no, se reflejan las consignas de siempre sobre la “independencia” de la catolicidad china. Mientras tanto, la vida real de muchos católicos chinos encuentra caminos para anunciar el Evangelio y practicar las obras de misericordia. En comunión con el obispo de Roma y con toda la Iglesia.

La Asociación Patriótica de los católicos chinos cumplió sesenta años. El miércoles 19 de julio, en Pekín, festejaron su fundación, pero (o por lo menos así parece) sin exagerar. Las celebraciones por el 60 aniversario del controvertido organismo, en el centro de todos los problemas que caracterizan las relaciones entre la China popular y la Iglesia católica, se llevaron a cabo en un solo día, siguiendo, sin excesos, las partituras preconcebidas por la oficialidad china. Repitiendo todas las acostumbradas consignas, incluyendo las que dicen que la Asociación Patriótica es un instrumento que surgió para que la Iglesia católica china caminara por el camino de la autonomía y del amor a la patria. Un tono medio que debe ser interpretado a la luz del contexto actual. Incluyendo, acaso, las últimas noticias sobre las relaciones entre Pekín y la Santa Sede. 

 

El discurso del líder político  

 

Gran parte de los festejos se llevó a cabo en el Tiantai Hotel de Pekín, en donde 200 personas, casi todas seleccionadas durante la última Asamblea de los Representantes católicos chinos, escucharon comunicaciones sobre el pasado, el presente y el futuro de la AP, cantaron el himno nacional, recitaron alguos “Pater Noster” y “Ave María”. Entre el público había también unos 60 obispos: muchos en plena comunión con la Santa Sede y otros ilegítimos, que no cuentan con el mandato apostólico, No se le ocurrió a nadie, en esta ocasión, pedile a los obispos legítimos que celebraran con los obispos que no cuentan con el consenso de la Sede Apostólica y que todavía no han sido legitimados. 

 

El tono de todo el encuentro fue dictado por el discurso de Yu Zhengsheng, presidente de la Conferencia consultativa política del pueblo, quien (temprano por la mañana), acompañado por la vicepresidenta Liu Yandong y la directora del Frente Unido Sun Chunlan, recibió en el espacio de Gran Salón del Pueblo a los que participaron en la conmemoración. En su discurso, el número 4 del Politburo chino citó la Constitución nacional, en la que la autonomía y la independencia de las locales comunidades religiosas es contemplada como medida de seguridad nacional, contra el uso de las religiones como instrumento de ingerencia y desestabilización en manos de los poderes extranjeros. 

 

Los elogios y las exhortaciones que Yu dirigió a la Asociación Patriótica de los católicos chinos volvieron a proponer el clásico arsenal de consignas y líneas guía del «trabajo con las religiones» que ha puesto en marcha en esta fase histórica la República popular china: unir «amor por la patria y el amor por la religión», seguir el camino de la «sinologización» a la que ha llamado el presidente Xi Jinping, favorecer la «gestión democrática» y el aporte de las comunidades religiosas al desarrollo de la sociedad, animar los «contactos amigables con el extranjero», acompañar el camino de adaptación mutua entre «socialismo chino y fe católica», pero garantizando que se ocupen de ello personas que «amen la Patria y amen la religión». Siguiendo esta misma línea se desarrollaron las comunicaciones de los relatores que participaron en la conmemoración, incluidos el del Giovanni Fan Xingyao, obispo legítimo (es decir reconocido por la Santa Sede) y actual presidente de la AP, y el de Pietro Fang Jianping, también ordenado obispo con el consenso del Papa y actual vicepresidente del llamado “Colegio de los obispos chinos” (órgano que, en cambio, no es reconocido por la Santa Sede). 

 

La presencia entre los oradores de funcionarios políticos y responsables eclesiales, y la diferencia de los obispos presentes en relación con la comunión con la Iglesia de Roma son suficientes para poder apreciar el complejo marco en el que vive y opera la catolicidad china. Las sesiones de trabajo fueron clausuradas por Giuseppe Ma Yinglin, obispo ilegítimo nombrado por los aparatos chinos a la cabeza del Colegio de los obispos. Por la tarde, todos los presentes asistieron a una representación musical (con cantos de parroquia e himnos patrióticos) en la Nantang, la catedral de Pekín. 

 

Las palabras del pasado y los hechos del presente  

 

La conmemoración de los 60 años de la Asociación Patriótica parece confirmar que las fórmulas sobre la independencia y la autonomía seguirán siendo parte, por lo menos, en el próximo futuro, del léxico que los aparatos locales imponen a la catolicidad china “oficial”, esa que acepta los procedimientos y las reglas impuestas por la política religiosa gubernamental. Pareceía imposible pensar que el conjunto de frases “independentistas” pueda ser abandonado por los aparatos chinos antes (o como condición previa) de eventuales acuerdos con la Santa Sede, teniendo en cuenta que las mismas palabras de orden sen utilizadas por análogos aparatos “patrióticos” instituidos para controlar a todas las comunidades religiosas, budistas y musulmanes incluidos. Pero mientras va haciéndose más profundo el proceso de diálogo entre la Santa Sede y el gobierno chino, se podrían encontrar nuevos enfoques para tratar de deshacer este nudo, tomando en cuenta datos reales y la evolución de las situaciones en el terreno. 

 

La “Carta” de Benedicto XVI a los católicos chinos (de 2007), sin referirse directamente a la Asociación Patriótica (cuya sigla aparece solo en una nota en la que se citan los estatutos), insistió en que «la pretensión de algunos organismos, queridos por el Estado y ajenos a la estructura de la Iglesia, de situarse por encima de los obispos mismos y de guiar la vida de la comunidad eclesial, no corresponde a la doctrina católica». Los que se reconocían como irreconciliables con la fe católica no eran los organismos en cuanto tales, sino «los principios de independencia y autonomía, autogestión y administración democrática de la Iglesia católica». La “Carta” del Papa Benedicto XVI a los chinos no pedía que se desmantelara la Asociación Patriótica y dejaba abierta la posibilidad de una “reconversión” que la transformara (eventualmente incluso mediante una revisión de sus estatutos) en un instrumento de contacto entre la Iglesia y el gobierno. 

 

En estos momentos, conviene tener en cuenta que la agenda “independentista” impuesta por los aparatos chinos al catolicismo nacional, en sus versiones y manifestaciones más radicales y virulentas, pretendía suprimir el vínculo de comunión jerárquica entre los miembros del episcopado chino y el obispo de Roma. Un eventual acuerdo entre China y la Santa Sede que reconoce, por escrito, la necesaria comunión con el Papa como factor ineludible para cualquier nombramiento y ordenación episcopal católica cambiaría sustancialmente el escenario. Y podría también favorecer, con el tiempo, el camino para que los organismos patrióticos se adaptaran a una nueva situación. Acaso partiendo de la posibilidad de aplicar seriamente el principio (varias veces contradicho en los hechos, pero nunca abrogado) que describe la adhesión a la Asociación Patriótica como una decisión voluntaria, sin presiones. 

 

La Asociación Patriótica de los católicos chinos y los demás organismos patrióticos surgieron en una fase histórica muy conflictiva y dolorosa, cuando en la República popular china prevalecía la defensa en contra de todo y de todos del proceso de instauración del nuevo orden maoísta, durante el que se sufrieron incluso largos períodos de aislamiento internacional. Ahora la China Popular es una superpotencia global, y también el catolicismo chino, que, a pesar de los sufrimientos que perduran y los pesos que todavía hay que cargar, vive en una condición muy diferente de la que existía hace 60 años. Mientras tanto, en un hotel de Pekín se hablaba sobre el amor a la patria y el amor a la religión, sobre la autonomía y la independencia de las religiones, sobre adaptación recíproca entre el sistema socialista y la realidad eclesial; muchísimas parroquias católicas chinas, desde Gansu hasta la Mongolia interior, desde Sichuan hasta Guangdong, estaban ocupadísimas con la organización de los campos de verano para miles de jóvenes, y otros grupos de voluntarios católicos de Jinde Charities (la Caritas china) estaban socorriendo a los que sufrieron los aluviones en Hunan. Todos ellos ocupados en un trabajo de anuncio evangélico y de obras de misericordia que se enriquece cotidianamente con las palabras del Papa. Y que a menudo ve con confianza las negociaciones sino-vaticanas, pero no pierden demasiado tiempo siguiendo las posturas de los blogs que despliegan rencores clericales y construyen operaciones de política eclesial. 

 

Mientras los medios de comunicación globales se ocupan de las últimas zancadillas del prelado “estrella” de turno al Papa y el Vaticano, que negocian con los comunistas de Pekín, la agencia vaticana Fides, de las Pontificias Obras Misionales, narra, incluso en la difícil condición que vive la catolicidad china, las alegrías del padre Dou, pastor que cuida almas y que este año se ocupó de la organización del campamento de verano más concurrido de la diócesis de Sanyuan, en la provincia de Shaanxi: «Es cansado y hace calor, pero cuando veo a los niños con el rosario en la mano, que rezan con gran devoción, pasa todo el cansancio». 

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