Se celebró la misa por el aniversario de la Diócesis de Santo Domingo

El sábado a la noche el obispo, Monseñor Ariel Torrado Mosconi, celebró la misa por el aniversario de la Diócesis de Santo Domingo, que comprende 17 distritos bonaerenses y es la tercer diócesis más importante de la provincia de Buenos Aires.

 Con motivo de su 60° aniversario, se llevo a cabo, una misa el sábado por la noche, en la Iglesaia Catedral de Nueve de Julio. 

Aquí la homilía completa del Obispo de Santo Domingo de Guzman, Ariel Torrado Mosconi. 

1. Congregados para la Eucaristía dominical acaba de resonar en nuestro interior la Palabra de Dios que se ha proclamado para que llegue a hacerse vida en cada uno de nosotros y en la comunidad toda.

 

La primera lectura del antiguo testamento tomada del libro del Eclesiástico y la primera carta de san Pablo a los corintios nos hablan de la sabiduría que viene de Dios. Sabiduría que se nos manifiesta acabada, sublime y bellamente en el “sermón de las bienaventuranzas” del capítulo V de san Mateo que venimos oyendo en estos domingos.

 

El vocablo “sabiduría” mismo proviene de “saborear” y se refiere al poder gustar, a tener un conocimiento interior y profundo de las cosas. No se trata entonces de un conocimiento meramente intelectual ni mucho menos de una memoriosa erudición sino de un don del mismo Espíritu que nos ayuda “gustar todo lo verdadero, bueno y recto”

 

¡Cuánto necesitamos de esta sabiduría que proviene del mismo Espíritu para responder, acompañar y alentar tanto a los interrogantes como a los desafíos del mundo de hoy! Mundo cambiante y complejo, necesitado, hoy como siempre, de la verdadera redención, sanación y liberación que proviene de Jesucristo, único salvador ayer hoy y siempre. Sin esta sabiduría del evangelio la existencia humana se vuelve sosa e insípida -sin gusto alguno- al no encontrar el sentido, el norte mismo de la vida. Son muchos los hombres y mujeres -y entre ellos tantos jóvenes- que sufren un sinsentido de la vida que lo vuelve todo gris y los lleva a la tentación de evadirse en la fantasía destructiva de las adicciones, el materialismo y la sensualidad. ¡Pidamos para toda la Iglesia, particularmente hoy para nuestra diócesis, la verdadera sabiduría: la sabiduría del amor don del Espíritu Santo!

 

2. En el Sacrificio Eucarístico conmemoramos la obra salvadora de Dios por la sangre redentora de Cristo. La Iglesia celebra cotidianamente “el sacrificio pascual que se nos ha confiado” (Plegarias eucarísticas para diversas circunstancias) porque también a través de ella va descubriendo la manos salvadora de Dios en su propia historia de salvación. Así, es justo que nos unamos en una misma alabanza por el don que ha significado la creación de esta Iglesia particular. Precisamente hoy recordamos el día en que S.S. el Papa Pío XII erigió nuestra diócesis de Santo Domingo de Guzmán en Nueve de Julio, y lo hacemos en la Iglesia que es su sede, por estar en ella la cátedra del obispo. La enseñanza eclesial define a la Iglesia particular o diócesis como:                        “una porción del Pueblo de Dios cuya atención pastoral se confía al Obispo con la cooperación del presbiterio, de manera que congregada por el Espíritu Santo mediante el Evangelio y la Eucaristía, constituya una Iglesia particular, en la cual verdaderamente está presente y actúa la Iglesia de Cristo una, santa, católica y apostólica” (Concilio Vaticano II, Christus Dominus nº 11).

 

Esta definición deja ver como en el ser más íntimo de la comunidad cristiana está la realidad de la comunión que nos constituye como Iglesia. Comunión con Dios en tanto pueblo elegido nacido del bautismo; comunión en la misma fe con la Iglesia universal; comunión eclesial entre pastores y fieles para la misión de anunciar la Buena Noticia; comunión fraterna para practicar y testimoniar el mandamiento nuevo de la caridad; finalmente, signo e instrumento de comunión para hacer de la humanidad toda una familia reconciliada en el amor.

 

Por eso mismo -como también lo expresé en el Mensaje con motivo de esta fecha- deseo subrayar, insistir y llamarlos a vivir este aspecto esencial de la existencia cristiana: la vida en comunión. Sin una íntima comunión espiritual de fe nutrida en la oración no hay verdadera vida cristiana; si en las comunidades no se vive en comunión serán ineficaces y estériles todos nuestros proyectos, planes y acciones pastorales. La comunión en la fe y el amor es lo que da armonía fraterna a nuestras parroquias y movimientos haciendo auténticamente fecundo su apostolado; sin el testimonio claro y contundente de la vivencia del mandamiento nuevo del amor surgido de la comunión, no podemos ser creíbles en el mundo de hoy.

 

Aquí quisiera recordar aquella estupenda y actualísima enseñanza de Benedicto XVI que tanto bien nos puede hacer en esta hora eclesial: “la Iglesia no crece por proselitismo sino por la atracción del testimonio” (Discurso a los obispos de Alemania). Esto debe marcarnos la actitud, la disposición y el rumbo de nuestra misión. ¡Que hermoso sería que de cada comunidad de la diócesis se llegara a decir aquello que se afirmaba de los primeros cristianos: “miren como se aman”!

 

Podemos rezar hoy fervientemente con la plegaria que es el corazón de toda oración eclesial: “Haz que nuestra Iglesia de Nueve de Julio se renueve constantemente a la luz del Evangelio. Consolida los vínculos de unidad entre los laicos  y los pastores de tu Iglesia, entre el obispo y sus presbíteros y diáconos, entre todos los obispos y el Papa Francisco; que la Iglesia sea en medio de un mundo dividido por las guerras y discordias, instrumento de unidad, de concordia  y de paz” (Plegaria eucarística para diversas circunstancias).

 

A la vez no debemos dejar de hacer nuestro examen de conciencia eclesial y plantearnos: ¿Cómo va a ser creíble nuestra misión pastoral si no nos conocemos ni respetamos, si nos criticamos y nos envidiamos, si ignoramos a quién tenemos a nuestro lado? Por eso debemos implorar la comunión del obispo con sus presbíteros, de los religiosos con sus sacerdotes, de los laicos de los diversos movimientos e instituciones. Que todos podamos ser una gran familia. ¡“Sólo el amor es digno de fe”! 

 

3. Esta comunión es la matriz genuina y auténtica de la misión: si no vivimos en comunión, la evangelización no es fecunda, el apostolado se vuelve una ineficaz rutina y la misión se desvirtúa corriendo tras un mero pragmatismo eficientista más que por la santidad. En este concebir la evangelización como la tarea que da sentido a la existencia misma de la Iglesia, no puedo dejar de citar al Santo Padre que en “Evangelii gaudium” (La alegría del Evangelio) dice de la Iglesia que está llamada a ser “Una madre de corazón abierto” (nº 46) y esto lo podemos aplicar claramente a una diócesis: “Salgamos -dice el Papa- a ofrecer a todos la vida de Jesucristo… Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida”.

 

Esta invitación del Papa a “salir” para anunciar a Cristo quiero que siga resonando constantemente en nuestro corazón para que nuestra Iglesia sea cada vez más misionera y a la vez que se muestre siempre como una “Madre de corazón abierto”: ¡esto debe ser nuestra diócesis: una Madre de corazón abierto!

 

Toda conmemoración es -precisamente- “hacer memoria”, recordar, repasar la historia. Por ello hoy debemos dar gracias a Dios por todos los que nos han precedido en esta obra de Dios. En primer lugar de los obispos que ya han partido a la casa del Padre y de manera especial por mi predecesor Mons. Martín de Elizalde. Alabemos a Dios por todos los sacerdotes de otrora y a los que hoy con su trabajo abnegado y escondido han sembrado la buena semilla del evangelio por los surcos de esta llanura bonaerense. Pero a la diócesis no solo la han construido sus pastores, también hoy debemos dar gracias por los religiosos y laicos que han entregado su vida en el servicio a Dios y la Iglesia. ¡Dios recompense y haga fecunda tanta entrega sacrificada y generosa!

Los invito a repasar la historia completa e integral con sus luces y sus sombras, de la santidad en la gracia y los yerros del pecado. Y, por lo mismo, implorar el perdón de los pecados a la vez que dar gracias por las maravillas que el Señor ha obrado en su Iglesia. Por eso, también nosotros como Iglesia diocesana podemos cantar hoy conjuntamente: ¡“Misericordia, Dios mío, por tu bondad”, “Demos gracias al Señor porque es bueno: porque es eterna su misericordia”, “No abandones la obra de tus manos”!

 

 

Ariel Torrado Mosconi

Obispo de Santo Domingo de Guzmán

en Nueve de Julio

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