El cardenal Pell condenado a seis años por abusos sexuales

El cardenal Pell condenado a seis años por abusos sexuales

La sentencia fue transmitida en vivo por la televisión: el ex ministro vaticano de la Economía tendrá que permanecer en la cárcel por lo menos 3 años y 8 meses antes de poder pedir la eventual libertad condicional. El juez Kidd: «Sus crímenes son odiosos, pero en su contra hay un clima de cacería de brujas»

Algunos gritaban y aplaudían, otros, con los rostros en las manos, lloraban fuera de la County Court de Victoria cuando el juez Peter Kidd leyó la sentencia en contra del cardenal australiano George Pell: seis años de cárcel por abusos sexuales, con la posibilidad de pedir la libertad condicional después de tres años y ocho meses. Las reacciones de la gente son contrastantes, como ha sucedido a lo largo de todo este proceso cuyo protagonista es el ex prefecto de la Secretaría de la Economía de la Santa Sede, el primer purpurado de tan alto rango que ha sido condenado por pederastia.

Él, con bastón en mano, chaqueta beige y camiseta negra, de pie y rodeado por tres policías, escuchó impasible la reconstrucción de todo el caso que hizo el juez durante más de media hora. Empezando por la violencia sexual contra dos coristas de 12 y 13 años (llamados durante toda la audiencia J. y R.), después de la misa en la catedral de San Patrick en Melbourne en 1996, a donde acababa de llegar como arzobispo, y una segunda agresión sexual contra uno de los dos menores, dos meses más tarde. Pell se declara inocente: los abogados ya presentaron una apelación y las primeras dos audiencias serán el 5 y el 6 de julio de este año.

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El juez se refirió a «crímenes odiosos» y de «un ataque sexual frontal y forzado contra las víctimas». «Los hechos eran sexualmente evidentes, ambas víctimas estaban visible y audiblemente angustiadas durante las molestias. Hubo un nivel más de humillación que cada una de tus víctimas debe haber sentido al enterarse que el abuso se estaba verificando en presencia de otros», afirmó, subrayando que la agresión tuvo «un impacto largo y duradero» en las vidas de las víctimas, una de las cuales falleció a los 30 años por una sobredosis de heroína.

Toda la audiencia (que pretendía estabilizar la sentencia emitida en diciembre del año pasado por un jurado civil de doce miembros y que fue divulgada en febrero) fue transmitida en vivo en nombre de la «justicia abierta»: un signo de la gran expectación que ha despertado este proceso, o acaso la enésima demostración de ese «ensañamiento mediático» del que se quejan desde hace meses los que apoyan a Pell.

El juez quiso alejar cualquier duda. «Ha habido una publicidad increíble y extendida alrededor de usted durante años», dijo. «Una parte de ella ha creado una fuerte crítica, incisiva y, a veces, emotiva». «De hecho, es justo decir que en algunos sectores de la comunidad usted es una figura que ha sido difamada públicamente. Hemos asistido, fuera de esta corte y dentro de nuestra comunidad, a ejemplos de una mentalidad de “cacería de brujas” o de linchamiento en su contra, cardenal Pell. Condeno rotundamente este comportamiento».

La sentencia, explicó Kidd, fue formulada con base en el delito considerado por el jurado; no ha habido ningún condicionamiento exterior y la condena no pretende ser un “castigo” contra la Iglesia australiana por sus faltas: «Usted no es un chivo expiatorio de la Iglesia católica», afirmó el magistrado.

Con un tono mucho más decidido, condenó el que a su parecer sería un «abuso de poder» por parte del cardenal, que se habría servido de su posición para aprovecharse de la confianza de los dos chicos, «más allá de la duda razonable» y de dar por descontado su silencio. «Toda la ofensa en ambos episodios se vuelve significativamente grave debido a las circunstancias, es decir la violación de la confianza y el abuso de poder. Esto aumenta la gravedad de cada uno de los delitos. En mi opinión, su conducta estuvo permeada por una arrogancia sorprendente».

De cualquier manera, la edad avanzada (77 años) influyó en el veredicto. El cardenal habría podido ser condenado a 50 años de cárcel, diez por cada uno de las cinco acusaciones: una de abuso de un menor de 16 años y cuatro por actos indecentes con o frente a un niño menor de 16 años. Es decir, el cardenal habría podido ser condenado de por vida a la cárcel de máxima seguridad de Melbourne, en donde actualmente se encuentra recluido en «custodia», como sucede con todos los pederastas, aislado 23 horas al día.

«Podría no vivir lo suficiente como para salir de la cárcel. Cada año de prisión representa una parte importante de lo que le queda por vivir», dijo Peter Kidd. Por ello se dio una sentencia más “blanda” con respecto a la que se había planteado inicialmente, incluso porque, precisamente considerando la edad, «no existe el peligro de que vuelva a cometer los delitos y no representa un peligro para la comunidad», explicó el juez.

Al final de la audiencia, Pell fue conducido a la salida trasera del tribunal. Fuera de la corte los manifestantes gritaban y mostraban pancartas y carteles en contra del purpurado: uno, en especial, mostraba una caricatura de Pell con los cuernos del diablo y la frase “Prisioner 666”. Muchas personas se reunieron, desde las primeras horas de la mañana, ante la catedral de St. Patrick, el “lugar del delito”. Entre los manifestantes también había algunos que protestaban contra la que, en su opinión, es una «sentencia injusta» y que demostraban su apoyo al cardenal.

Ningún comentario, teniendo en cuenta la diferencia de horario, ha salido de la Santa Sede. Probablemente no llegue, puesto que, con la publicación de la sentencia del 24 de febrero pasado, el Vaticano expresó su postura sobre el caso del ex prefecto del Dicasterio económico. El Papa Francisco le había concedido un permiso en junio de 2017 para que fuera a Australia y afrontara el proceso, renunciando a la inmunidad diplomática. En octubre del año pasado lo sacó del Consejo de cardenales (el llamado “C9”): la decisión fue comunicada el 12 de diciembre, un día después de la condena por parte del tribunal de Victoria, que fue emitida con “suppression order”, es decir prohibiendo su comunicación y cobertura mediática.

En las últimas semanas, la Santa Sede ha anunciado que ha puesto en marcha la propia investigación canónica en vista de un proceso en la Congregación para la Doctrina de la Fe. El proceso, tal vez abreviado, podría incluso llegar a una conclusión diferente del que ha llevado a cabo la justicia civil. El caso Pell, por lo tanto, todavía no ha concluido.

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