LA HABANA.- Jaime Ortega, el "cardenal del deshielo" que jugó un papel clave en la distensión diplomática entre Cuba y Estados Unidos, dejó ayer su cargo luego de 35 años como arzobispo de La Habana, donde además trabajó a favor de los presos políticos y contribuyó como nadie a mejorar las relaciones entre el régimen comunista y la Iglesia.

Si bien recién se hizo efectiva ayer, la salida de Ortega, de 79 años, estaba prevista desde 2011, cuando presentó su jubilación al cumplir los 75 años, como suele establecer el Vaticano para el retiro de los obispos. Su permanencia al frente de la Iglesia cubana fue sin embargo una bendición que facilitó que los dos enemigos de la Guerra Fría depusieran las armas.

Ortega fue un estrecho colaborador del papa Francisco en los 18 meses de mediación secreta entre el Vaticano, Cuba y Estados Unidos, una delicada triangulación que condujo al anuncio simultáneo de la nueva era en diciembre de 2014. Símbolo de su papel determinante, Francisco le confió la entrega personal de las cartas que escribió para Barack Obama y Raúl Castro y que permitieron superar los últimos recelos.

Ya era una importante figura política en la isla comunista, y en esa condición negoció la excarcelación entre 2010 y 2011 de gran parte del grupo de 75 disidentes condenados a largas penas de prisión durante la llamada "primavera negra", de marzo de 2003.

Ortega consiguió además que se toleren en una ruta predeterminada las marchas pacíficas que organizan en La Habana las Damas de Blanco, las mujeres y otros familiares de presos políticos que salen cada domingo a protestar.

"Es justo decir que el papel de la Iglesia (en el acercamiento entre Washington y La Habana) fue fundamental y el cardenal Ortega intercedió en silencio entre los dos presidentes", dijo Philip Peters, que dirige el Centro de Investigación sobre Cuba con sede en Virginia, Estados Unidos.

Su gravitación en la reciente armonía alcanzada entre los dos países vecinos quedó reflejada en marzo pasado, cuando fue la primera persona a quien visitó Barack Obama durante su viaje a la isla, el primero de un presidente norteamericano en nueve décadas.

Resurgimiento

Ortega ha sido también un símbolo del lento resurgimiento de la Iglesia Católica en Cuba. Fue durante su gestión como arzobispo cuando tuvo lugar la primera visita de un papa a la isla, la de Juan Pablo II en 1998, que abrió la vía a una relación más civilizada entre el Vaticano y un régimen ideológicamente hostil a las religiones. Y se trataba de un papa que se había destacado, precisamente, por su oposición a las dictaduras comunistas de Europa del Este.

Más tarde, como en catarata, el régimen de los Castro recibió a Benedicto XVI en 2012 y a Francisco en 2015, viajes que también contaron con Ortega en su organización.

Nacido en 1936 en la provincia de Matanzas, vecina a La Habana, Ortega vivirá retirado en la capital cubana. El cardenal "establecerá su residencia" en un antiguo seminario religioso desde "donde, con la oración y su experiencia, continuará sirviendo a la Iglesia", señaló ayer el Arzobispado de La Habana en un comunicado.

En su lugar asumirá el actual arzobispo de la ciudad de Camagüey, Juan de la Caridad García Rodríguez, de 67 años.

"Vamos a tratar de continuar la obra que él ha realizado y estoy seguro, me lo ha confirmado así, de su apoyo, su oración y su compañía", dijo García luego de que Francisco lo designó en su nuevo cargo. "Destacaría todo lo que él ha hecho a favor de la Iglesia y a favor del pueblo cubano, así como toda su labor misionera, catequista, educativa y caritativa", agregó.

Religioso y negociador

Jaime Ortega

Ex arzobispo de La Habana

Se convirtió en un símbolo del resurgimiento de la Iglesia en la isla comunista, ayudó a los presos políticos y colaboró con el Papa en el deshielo entre Estados Unidos y Cuba

35

años

Estuvo al frente de la Iglesia Católica cubana tras ser designado en 1981

Agencias DPA, EFE, ANSA y Reuters