"El camino de la auténtica revolución, la del Evangelio, no la ideológica, libera a la sociedad de la esclavitud"

El Papa recuerda su viaje y aboga por "construir juntos, día a día, la paz en el amor, la justicia y la verdad"

Apenas recuperado de su viaje a Colombia, el Papa Francisco regresó a su cita de todos los miércoles con miles de fieles en la plaza de San Pedro. En la Audiencia General, Bergoglio recordó los días vividos en Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena de Indias, y resaltó la fuerza de un pueblo que "es capaz de mirar el futuro con esperanza".

"Doy gracias a Dios por este viaje", señaló el Papa, quien agradeció especialmente al presidente de Colombia, los obispos del país "y a todos los que han colaborado en esta visita". Casi siete millones de fieles se lanzaron a las calles durante cinco días. "Gracias especialmente al pueblo colombiano, que me ha acogido con tanto afecto y tanta alegría".

Un pueblo, el colombiano, "alegre, que ha sufrido mucho, pero tiene esperanza". Según explicó Bergoglio, "una de las cosas que más me han impresionado es que toda la ciudad, entre la gente, los padres y las madres, que alzaban a los niños para que el Papa les bendijera, pero lo hacían con orgullo de sus hijos. 'Este es nuestro orgullo, esta es nuestra esperanza', me decían. Un pueblo capaz de ver a sus hijos con esperanza, este pueblo tiene futuro".

Tras recordar que este viaje es continuidad a los que realizaron en su día Pablo VI y Juan Pablo II, el Papa subrayó el lema del viaje, "Demos el primer paso", referido "al proceso de reconciliación que Colombia está viviendo desde hace medio siglo de conflicto interno, que ha sembrado sufrimiento y enemistad, tantas heridas difíciles de imaginar".

"Con la ayuda de Dios, este camino se está emprendiendo", recalcó Francisco, quien quiso "agradecer el esfuerzo de este pueblo, recibiendo su testimonio, que es una riqueza para mi ministerio y para toda la Iglesia". "El testimonio de este pueblo es una riqueza para toda la Iglesia. Colombia, como la mayor parte de países latinoamericanos, tiene fortísimas raíces cristianas", abundó.

 

Un pueblo que ha vivido "la tragedia de la guerra, y es garantía de la paz". Porque, aunque "el diablo quiere dividir al pueblo, es evidente que la misericordia es más fuerte que el pecado y la muerte".

Resumiendo su visita, el Papa incidió en que "he querido llevar la bendición de Cristo y la Iglesia sobre los deseos de vida y paz que están en el corazón de esa nación, de millares y millares de niños, jóvenes que llenaron la plaza de Bogotá, y donde he encontrado la fuerza de vida con toda su exhuberancia, y toda su biodiversidad. Colombia es el segundo país del mundo en biodiversidad".

Francisco se detuvo en la emocionando jornada dedicada a la reconciliaciónque, confesó, "fue el momento culminante de todo el viaje", junto a la beatificación de Jesús Emilio Jaramillo y Pedro María Ramírez. "Fue una liturgia especial, simbólicamente orientada en el Cristo de Bocayá, sin brazos ni piernas, mutilado como su pueblo".

En la beatificación, explicó, "recordamos que la paz está fundada sobre la sangre de tantos testimonios del amor, la verdad y la justicia, de mártires propios", de "lágrimas de dolor y de alegría". "Delante de sus reliquias, el santo pueblo de Dios ha sentido fuerte la propia identidad con dolor, pensando en tantas, demasiadas víctimas, y con alegría por la misericordia de Dios".

 

"Misericordia y verdad se encontrarán, justicia y paz irán de la mano", se leía en el salmo de hoy. Un verso que "contiene la profecía de mi discurso en Colombia". "La gracia de Dios por el que el pueblo herido pueda resurgir y caminar en una vida nueva. Estas palabras proféticas las hemos visto encarnadas en los testimonios que hablaron en nombre de tantos que, a partir de sus heridas, se abren al encuentro, al perdón y a la reconciliación".

Del mismo modo, recordó, en Medellín se habló de la vocación como discipulado, y es que, añadió, "cuando los cristianos se empeñan en el camino de Jesucristo, devienen en sal y luz y para el mundo, y sus frutos son abundantes".

Finalmente, en Cartagena, "la ciudad de San Pedro Claver, apóstol de los esclavos", el Papa quiso poner el foco "sobre la persona humana y sus derechos fundamentales". "San Pedro Claver ha dado la vida por los mas pobres y marginados, y así ha mostrado el camino de la auténtica revolución, la del Evangelio, no la ideológica, que libera a la sociedad de la esclavitud".

"Dar el primer paso significa tocar la carne del hermano herido y abandonado, y hacerlo con Cristo, el Señor que se hizo esclavo por nosotros. Él es la misericordia y la paz", concluyó el Francisco, quien pidió que "todo colombiano pueda dar cada día el primer paso, y así construir juntos, día a día, la paz en el amor, la justicia y la verdad".

 

Texto completo de la catequesis del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Como ustedes saben en los días pasados he realizado el Viaje Apostólico a Colombia. ¡Están aquí algunos colombianos! Con todo el corazón agradezco al Señor por este gran don; y deseo renovar la expresión de mi reconocimiento al Señor Presidente de la República, que me ha acogido con mucha cortesía, a los Obispos colombianos que han trabajado mucho para preparar esta Visita, como también a las Autoridades de este País, y a todos aquellos que han colaborado en la realización de esta Visita. ¡Y un agradecimiento especial al pueblo colombiano que me ha recibido con mucho afecto y tanta alegría! Un pueblo alegre en medio del sufrimiento, pero gozoso; un pueblo con esperanza. Una de las cosas que más me ha impresionado en todas las ciudades, entre la gente, los papás y las mamás con los niños, que levantaban a los niños para que el Papa los bendijera, pero también con orgullo hacían ver a sus niños como diciendo: "Esto es nuestro orgullo, esta es nuestra esperanza". Yo he pensado: un pueblo capaz de hacer niños y capaz de hacerlos ver con orgullo, con esperanza: este pueblo tiene futuro. Y me ha gustado mucho.

De modo particular en este Viaje he sentido la continuidad con los dos Papas que antes de mí han visitado Colombia: el Beato Pablo VI, en 1968, y San Pablo II, en 1986. Una continuidad fuertemente animada por el Espíritu, que guía los pasos del pueblo de Dios por los caminos de la historia.

El lema del Viaje era "Demos el primer paso", es decir, "realicemos el primer paso", referido al proceso de reconciliación que Colombia está viviendo para salir de medio siglo - de medio siglo - de conflictos internos, que ha sembrado sufrimiento y enemistad, causando tantas heridas, difíciles de cicatrizar. Pero con la ayuda de Dios el camino está ya iniciado. Con mi visita he querido bendecir el esfuerzo de este pueblo, confirmarlo en la fe y en la esperanza, y recibir su testimonio, que es una riqueza para mi ministerio y para toda la Iglesia. El testimonio de este pueblo es una riqueza para toda la Iglesia, ¡eh!

Colombia - como la mayor parte de los países latinoamericanos - es un país en el cual son fuertes las raíces cristianas. Y si este hecho hace todavía más agudo el dolor por la tragedia de la guerra que lo ha desgarrado, al mismo tiempo constituye la garantía de la paz, el sólido fundamento de su reconstrucción, la linfa de su invencible esperanza. Es evidente que el Maligno ha querido dividir al pueblo para destruir la obra de Dios, pero es también evidente que el amor de Cristo, su infinita Misericordia es más fuerte que el pecado y que la muerte.

Este Viaje ha sido para llevar la bendición de Cristo, la bendición de la Iglesia sobre el deseo de vida y de paz que rebosa del corazón de esta Nación: lo he podido ver en los ojos de los miles y miles de niños, jóvenes y muchachos que han llenado la Plaza de Bogotá y que he encontrado por todas partes; esa fuerza de vida que también la naturaleza misma proclama con su exuberancia y su biodiversidad. Colombia es el segundo país en el mundo por biodiversidad. En Bogotá he podido encontrar a todos los Obispos del país y también al Comité Directivo del Consejo Episcopal Latinoamericano. Agradezco a Dios por haberlos podido abrazar y por haberles dado mi aliento pastoral, por su misión al servicio de la Iglesia sacramento de Cristo nuestra paz y nuestra esperanza.

 

 

La jornada dedicada de modo particular al tema de la reconciliación, momento culminante de todo el Viaje, se ha desarrollado en Villavicencio. En la mañana se realizó la gran celebración eucarística, con la beatificación de los mártires Jesús Jaramillo Monsalve, Obispo, y Pedro María Ramírez Ramos, sacerdote; por la tarde, la especial Liturgia de Reconciliación, simbólicamente orientada hacia el Cristo de Bojayá, sin brazos y sin piernas, mutilado como su pueblo.

La beatificación de los dos Mártires ha recordado plásticamente que la paz se funda también, y sobre todo, en la sangre de tantos testigos del amor, de la verdad, de la justicia, y también de mártires verdaderos, asesinados por la fe, como los dos apenas citados. Escuchar sus biografías ha sido conmovedor hasta las lágrimas: lágrimas de dolor y de alegría juntas. Ante sus Reliquias y sus rostros, el santo pueblo fiel de Dios ha sentido fuerte su propia identidad, con dolor, pensando a las tantas, muchas víctimas, y con alegría, por la misericordia de Dios que se extiende sobre quienes lo temen (Cfr. Lc 1,50).

«Misericordia y verdad se encontraran, justicia y paz se besaran» (Sal 85,11), que hemos escuchado al inicio. Este versículo del salmo contiene la profecía de lo que ha sucedido el viernes pasado en Colombia; la profecía y la gracia de Dios para este pueblo herido, para que pueda resurgir y caminar en una vida nueva. Estas palabras proféticas llenas de gracia las hemos visto encarnadas en la historia de los testimonios, que han hablado en nombre de tantos y tantos que, a partir de sus heridas, con la gracia de Cristo han salido de sí mismos y se han abierto al encuentro, al perdón, a la reconciliación.

En Medellín la perspectiva ha sido la de la vida cristiana como discipulado: la vocación y la misión. Cuando los cristianos se comprometen completamente en el camino del seguimiento de Jesucristo, se hacen verdaderamente sal, luz y levadura en el mundo, y los frutos son abundantes. Uno de estos frutos son los Hogares, es decir, las Casas donde los niños y los jóvenes heridos por la vida pueden encontrar una nueva familia donde son amados, acogidos, protegidos y acompañados. Y otros frutos, abundantes como racimos, son las vocaciones para la vida sacerdotal y consagrada, que he podido bendecir y animar con alegría en un inolvidable encuentro con los consagrados y sus familiares.

Y finalmente, en Cartagena, la ciudad de San Pedro Claver, apóstol de los esclavos, el "focus" ha ido a la promoción de la persona humana y de sus derechos fundamentales. San Pedro Claver, como también recientemente Santa María Bernarda Bütler, han dado la vida por los más pobres y marginados, y así han mostrado la vía de la verdadera revolución, aquella evangélica, no ideológica, que libera verdaderamente a las personas y las sociedades de las esclavitudes de ayer y, lamentablemente, también de hoy. En este sentido, "dar el primer paso" - el lema del Viaje - significa acercarse, inclinarse, tocar la carne del hermano herido y abandonado. Y hacerlo con Cristo, el Señor hecho esclavo por nosotros. Gracias a Él hay esperanza, porque Él es la misericordia y la paz.

Encomiendo nuevamente a Colombia y a su amado pueblo a la Madre, Nuestra Señora de Chiquinquirá, que he podido venerar en la catedral de Bogotá. Con la ayuda de María, todo colombiano pueda dar cada día el primer paso hacia el hermano y la hermana, y así construir juntos, día a día, la paz en el amor, en la justicia y en la verdad. Gracias.

 

Saludo del Papa en castellano:

Queridos hermanos y hermanas: En la catequesis de hoy deseo hacerles partícipes de mi reciente Viaje Apostólico a Colombia. En primer lugar, quiero agradecer desde aquí al Presidente por su invitación a visitar ese país, a las Autoridades y a todos cuantos han colaborado para hacerlo posible, y muy especialmente al pueblo colombiano por su acogida, su alegría y su afecto. El lema del Viaje era «Demos el primer paso», y miraba al proceso de reconciliación que vive hoy Colombia para poder salir de 50 años de conflicto interno. Con mi visita he querido bendecir el esfuerzo de ese pueblo, confirmarlo en la fe y en la esperanza, y recibir su testimonio, que es una riqueza para mi ministerio y para toda la Iglesia. He podido contemplar los deseos de paz y de vida de tantos niños y jóvenes, en quienes exulta la esperanza. He podido encontrar también a los Obispos de esta nación y a los representantes del CELAM, para alentar su labor. En la etapa culminante de mi viaje, Villavicencio, hemos oído el conmovedor testimonio de los mártires y hemos visto el cuerpo mutilado del Cristo de Bocayá, esto nos ha recordado que la paz se funda, ante todo, sobre la sangre de testigos del amor, de la verdad, de la justicia y de la fe. En Medellín y Cartagena, el tema ha trascendido a la misión y al servicio, con ejemplos insignes de vocación y de seguimiento de Jesús, que hoy como ayer se entregan a los más pobres y se consagran a la promoción humana integral. 

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Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Confío a todos a la Virgen de Chiquinquirá, que ella pueda ayudarnos a dar el primer paso hacia un mundo más justo y en paz. Que Dios los bendiga.

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