El califa bueno que predica la paz

El califa bueno que predica la paz

Después del atentado en Westminster, el líder espiritual de los musulmanes ajmadíes condena la interpretación violenta de la yihad y propone el «diálogo de vida» con las demás religiones

Por PAOLO AFAFFATATO

 

Ningún odio. En nombre del islam, respeto, paz y fraternidad. El califa Hazrat Mirza Marsoor no tiene nada en común (además del apelativo) con el líder del auto-proclamado Estado Islámico (EI), que sigue turbando las noches de las naciones europeas. Mientras el EI reivindica la paternidad del atentado contra el Parlamento de Londres, Masroor, desde su mezquita londinense (cerca de la zona residencial de Wimbledon), condenó la violencia y ofreció «otra» visión de la relación entre el islam y el terrorismo. 

 

El líder paquistaní de 65 años no tuvo pelos en la lengua al denunciar «la traición y la ignorancia de la fe, de Mahoma», por parte de todos los que, como los que forman parte de Daesh, maten inocentes, difundan el odio y prediquen la violencia. No dudó tampoco en condenar la versión belicista de la yihad coránica: una simplificación instrumental e incluso vulgar de un concepto que es, por su naturaleza, eminentemente espiritual, que pertenece a la esfera de la «reforma interior». 

 

Londres todavía es una ciudad sacudida por el inesperado ataque contra el corazón de las instituciones democráticas que provocó 4 muertos y 50 heridos. El asalto del “lobo solitario” Khalid Masood, oriundo de Kent, que atropelló a los pasantes con un vehículo y acuchilló a policías, ha tenido también consecuencias a nivel psicológico. El proverbial equilibrio anglosajón de los que «nunca pierden la compostura» se resquebraja debido a la conciencia de estar indefensos y expuestos a las agresiones indiscriminadas. Además de la conmoción general y las consignas de «unidad», va surgiendo la indignación por la traición consumada por un ciudadano anglosajón como Masood, que se volvió radical, según Scotland Yard, durante una estancia en Arabia Saudita después de haber pasado un periodo en la cárcel. 

 

A esta ciudad todavía en estado de “shock”, frente a una asamblea interreligiosa que lo escuchó durante el Simposio Nacional de la Paz, el califa Masroor dirigió un mensaje contracorriente con respecto a la retórica de los que siguen asociando el fenómeno del terrorismo con el adjetivo “islámico”. Desde la blanca mezquita Baitul Futuh, en la periferia del sur de la capital inglesa, el “califa bueno” guía a la comunidad musulmana mundial ajmadí, una de las corrientes reformistas del islam que fue fundada en 1899 por Hazrat Mirza Ghulam Ahmad (1835-1908) en Qadian, que se encuentra en la región del Punjab hindú. 

 

La misión general del nuevo profeta fue la de dar vida al mensaje pacífico del islam (traicionado, según su opinión, por los mismos musulmanes) proponiendo a la “umma” las coordenadas de «amor a Dios y servicio a la humanidad».. Su reforma fue completamente condenada por las corrientes tradicionales de los sunitas y chiitas, que aún hoy consideran a los ahmadíes herejes, por lo que estos últimos sufren las persecuciones en naciones como Paquistán e Indonesia, principalmente. Las hostilidades no han impedido que se hayan difundido en 207 países ni que hayan alcanzado, según los cálculos internos de la comunidad, más de 70 millones de fieles. 

 

En la actualidad, Masroor, el quinto califa de la serie, consciente de la “primogenitura” que tiene en tierras anglosajonas (la suya es la comunidad musulmana más antigua del Reino Unido, a donde llegó a principios del siglo XX), no teme criticar abiertamente a los «yihadistas de la espada» o las «mezquitas que se han convertido en incuvadoras de odio y manipulación de las mentes», en lugar de ser «lugares que promueven la auténtica paz en el mundo»: «En nombre de Alá –subrayó con calma– esos templos deberían ser derribados». 

 

El lema que lo inspira («amor para todos, odio para nadie») o el enfoque que explícitamente guía sus sermones («la humanidad antes que nada») ofrecen la clave de un líder que promueve con convicción el diálogo interreligioso y que, por este mismo motivo, ha encontrado muchas puertas abiertas incluso en esos contextos sociales, políticos y religiosos que pretenden difundir el choque de civilizaciones, objetivo declarado de los fieles de Daesh. 

 

Líderes políticos y religiosos cristianos del Reino Unido, y de muchos estados del mundo, miembros de organizaciones de la sociedad civil, periodistas, intelectuales y blogueros de los cinco continentes se reunieron con el califa Masroor para compartir el deseo de «crear redes» y de despertar las conciencias «la urgencia de la justicia como premisa necesaria para la convivencia pacífica». Dialogan sobre las soluciones comunes a los conflictos que dividen a los pueblos y las religiones: decir «palabras que curen», observó el califa, «frenar la venta de armas», «recorrer las vías del diálogo» y crear puentes concentrándose en lo que «une»: en primer lugar la humanidad, pues somos todos parte de la creación de Dios. 

 

Y no dejó de expresar su aprecio por la Iglesia católica y por la Santa Sede. Un mensaje del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso recuerda el valor de la paz, que es «don de Dios y responsabilidad de los hombres», citando, en absoluta sintonía con los musulmanes ajmadíes, los cuatro pilares indicados e la “Pacem in terris” de Juan XXIII: verdad, justicia, amor y libertad. 

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