Bergoglio a las monjas: no se resignen por la disminución de las vocaciones

Bergoglio a las monjas: no se resignen por la disminución de las vocaciones

A las Pías Discípulas del Divino Maestro Francisco aconseja no unirse a los «profetas de desventura que tanto daño hacen a la Iglesia»; se necesita una alegría sin maquillajes

Por IACOPO SCARAMUZZI

 La alegría (una «alegría verdadera, no maquillada») debe ser el centro de la vida religiosa. Lo dijo el Papa al recibir hoy por la mañana a las Pías Discípulas del Divino Maestro, en ocasión de su capítulo general, a las que pidió no unirse «a los profetas de desventura que tanto daño hacen a la Iglesia» y que no caigan en esa resignación que viene cuando «el diablo» dice «no tenemos vocaciones»: «Despierten al mundo, iluminen el futuro, siempre con la sonrisa, con la alegría, con la esperanza». 

«Como consagradas, viven en primer lugar la profecía de la alegría», dijo el Papa en su discurso. «En primer lugar, la alegría del Evangelio una profecía y el mundo hoy necesita esto». La alegría «es una bella realidad en la vida de muchos consagrados, pero también es un gran desafío para todos nosotros. ¡Una secuela triste es una triste secuela! Y la alegría auténtica, no auto-referencial o auto-complacida, es el testimonio más creíble de una vida plena, no una alegría maquillada… ¡no maquillen la alegría! Al mismo tiempo, esta alegría que llena sus corazones y se manifiesta en sus rostros las guiará a salir hacia las periferias participando en la alegría de la Iglesia que es la evangelización, convencidas de que Jesús es la buena noticia, es alegría para todos. Esta alegría aleja de nosotros el cáncer de la resignación, fruto de la pereza que vuelve árida el alma. Monjas resignadas no, por favor. El diablo dirá: “pero somos pocas, no tenemos vocaciones…”. Y así se alarga la cara y se pierde la alegría y acabamos en esa resignación: no, no se puede acabar así, la esperanza de Jesucristo es alegría». 

 

Según el Papa, además, los religiosos deben ser «profetas de esperanza»: «Con esta confianza y esta fortaleza, les repito: no se unan a los profetas de la desventura, por favor, que tanto dañan a la Iglesia y a la vida consagrada; no cedan a la tentación de la somnolencia (como los apóstoles en el Getsemaní) ni de la desesperación. Refuercen su vocación de “centinelas de la mañana” para poder anunciar a los demás la llegada de la aurora. Despierten al mundo, iluminen el futuro, siempre con la sonrisa, con la alegría, con la esperanza». 

 

El Papa, que por la mañana recibió al decano del colegio cardenalicio Angelo Sodano y a los obispos de Guatemala, comenzó su discurso pidiendo perdón por su retraso: «¿A qué hora llegaron? Tenía el encuentro con los obispos de Guatemala, estos encuentros se alargan, se alargan… y luego -añadió entre las risas de las religiosas- la factura la pagan las monjas». La superiora de la congregación recordó el origen piantes que une a las Pías Discípulas del Divino Maestro y a Papa Bergoglio, bromeando sobre la metáfora evangélica del vino nuevo en odres viejos: «Del origen piamontés no podía más que venir vino nuevo». 

 

Frutos de comunión con los hermanos y hermanas de la Familia Paulina fueron los primeros frutos que deseó el Papa, es decir la comunión con quienes las religiosas comparten el padre fundador, el beato Santiago Alberione, y la misión de llevar el Evangelio. Y para ello es necesario «escuchar», porque «uno de los apostolados importantes de hoy es el apostolado de la oreja». «Es necesario —añadió— mantener un clima de discernimiento, para reconocer lo que pertenece al Espíritu y lo que le es contrario», evitando caer víctimas «de la cultura del zapping y, a veces, de una cultura de muerte» que en la sociedad actual presenta todas las propuestas como «válidas y buenas».

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