"Bergoglio está habituado a realidades complejas y tiene una idea clara de conducción política"

Andrés Beltramo Álvarez cubre desde El Vaticano la actividad papal para medios mexicanos y argentinos. De paso por Argentina –hoy presenta su libro "Quiero lío"-, habló con Infobae sobre la revolución que encarna Francisco

Andrés Beltramo presentará hoy, a las 17 horas, en el Congreso, su libro sobre los cambios que ha traído el pontificado de Francisco. La obra Publicado previamente en España con el título "La reforma en marcha", "Quiero lío" (Hyspamerica y R.P. Centro Editor de Cultura) recopila testimonios de cardenales, obispos, sacerdotes, políticos, diplomáticos, dirigentes sociales y colaboradores del Papa argentino, además de anécdotas y de la particular visión de un periodista que ha tenido el privilegio de cubrir el pontificado del primer Papa latinoamericano de la historia.

Nacido en La Plata, Beltramo Alvarez es corresponsal en Roma de la agencia mexicana Notimex. Escribe para elVatican Insider, sitio especializado del diario La Stampa. También es corresponsal de la radio La Red.

Estás en Roma desde antes de la elección de Jorge Bergoglio. ¿Cuándo y cómo llegaste allí?

En 2006. Fue casual. Porque fui a México a estudiar y empecé a trabajar en la agencia mexicana y fue precisamente Notimex la que me envió a Roma.

¿Pero ya te dedicabas a los temas eclesiásticos?

No, ni había hecho una particular cobertura del tema.

¿Te enviaron a Roma o al Vaticano?

Al Vaticano. Fue porque México es un país muy católico y ellos sentían que tenían que tener una cobertura mejor de eso, pero no buscaron a alguien que se dedicase ya al tema sino alguien cn condiciones para ese trabajo. Por eso cuando algunos me preguntan ¿vaticanista se busca, se hace? Por lo que yo conozco de mis colegas, el noventa por ciento llega sin proponérselo, porque no es que existe la escuela de vaticanistas... Pero es hacer periodismo.

El año 2013 marcó un cambio, imagino, seguramente venías con un ritmo determinado y Francisco aceleró todo...

Uy, sí, quedé superado. Porque la cobertura se aceleró mucho y los conductos que usa el Papa, que son por fuera del Vaticano muchas veces, te obligan a empeñar mucho tiempo en recuperar y obtener información que está por fuera, es mucho más divertido pero al mismo tiempo mucho más cansador. Te mata. Y todos los medios están superados, por eso muchos han puesto más corresponsales, ha habido una inversión o una movilización de personas que antes no cubrían Vaticano y ahora deben hacerlo.

No solo el estilo de este Papa es diferente, sino que parece tener mucha más actividad que otros Papas, ¿no?

Sí, si Benedicto tenía actividades un fin de semana por mes, Francisco tiene varias eventos cada fin de semana y en la semana hace un montón de cosas.

¿Desde donde hacés físicamente tu trabajo de corresponsal?

Frente a la Plaza San Pedro en la Sala de Prensa del Vaticano y también estoy en la oficina de la prensa extranjera que se llama Stampa Estera que está a la vuelta de Piazza Navona, más al centro. Pero tengo amigos cerca del Vaticano que me prestan Internet porque la Sala vaticana cierra a las 3 de la tarde y para los que cubrimos para América Latina las 3 de la tarde de Italia en México son las 8 de la mañana.

¿Conocías a Jorge Bergoglio antes de su elección como Papa?

Lo había visto y saludado e intercambiado unas palabras con él cuando fue a dar una misa a la Iglesia argentina de Roma; de hecho, bendijo a mi mujer que en ese momento estaba embarazada, y después lo busqué alguna vez para pedirle una entrevista y siempre respondía que no, pero nunca me empeñé demasiado en buscarlo porque tenía esa fama de no daba notas; entonces uno pone más energía en buscar al que te puede hacer alguna declaración. Así que no tenía un conocimiento más allá de lo que todo el mundo sabía de él, ni una cercanía.

¿Esperabas un Papa latinoamericano aquel 13 de marzo?

Un colega del Vatican Insider, Andrea Tornielli, me dijo esa mañana: "Bergoglio, Bergoglio". ¿En serio?, pregunté. "Sí, sí. Creo que puede ser".

De hecho, hubo un rumor ese mismo día, por la mañana.

Sí, sí, esa mañana. Y varios colegas me dijeron que les había llegado el rumor. Estaba generado desde afuera por el cardenal inglés Cormac Murphy-O'Connor, que no estuvo en el cónclave porque tenía más de 80 años, pero era uno de los impulsores de Bergoglio. Estaba en Roma y él fue –al menos en el mundo anglosajón- el que puso sobre la mesa la candidatura de Bergoglio, con los cardenales (Sean) O'Malley (de Boston), Marc Ouellet (de Canadá), el de Chicago, Francis George, que falleció recientemente, y aunque no cerraba aún, estaba ahí el tema. Pero a los americanos los impactó mucho, unos días después, el discurso de Bergoglio en el pre cónclave, antes de la elección. Y ahí el cardenal de Chicago se convence de que hay que votar a Bergoglio.

¿Sorprendió el estilo que desplegó Bergoglio ya como Papa?

Sí. Primero la sorpresa de un argentino que saliese al balcón en la plaza de San Pedro, la mía, y la de los otros vaticanistas que me venían a abrazar, como si fuese un Mundial, a felicitarme, y a entrevistarme, y yo no lo conocía. Obviamente, siendo argentino, yo sabía quién era Bergoglio, más que los otros colegas, y también lo que podía significar la elección de un Papa argentino. Qué esperar del pontificado de un argentino. Lo que sí es sorprendente es cómo él fue reforzando la idea de un cambio casi revolucionario en el pontificado desde el principio, desde que fue al día siguiente, temprano, a agradecer a la Virgen en la Basílica de Santa María la Mayor; eran cosas que iban reforzando esa primera impresión, ese acercamiento, esa relación desde el balcón, entre el Papa y la gente, como un amor a primera vista. Después de eso, después de lo que vimos ahí, todos se preguntaban: ¿seguirá?

¿Adónde irá? Y cada día él iba reforzando esta idea de que iba a ser un Papa distinto, de que no era casual que se haya asomado al balcón sin la muceta que es esa capa roja que los Papas usan para la bendición, la estola papal, él apareció de blanco y eso era todo un gesto y él fue reforzando claramente eso. Eso extendió la sorpresa y al mismo tiempo para los argentinos es un orgullo no, no por tener un Papa argentino sino por cómo un argentino está haciendo la labor de Papa, cuando sabemos que los argentinos tenemos mala fama en el mundo en muchos aspectos, creo que eso también es un catalizador para decir que nosotros los argentinos tenemos una parte muy buena para aportar al mundo y que los cardenales la iglesia católica vio en un argentino la posibilidad de conducir no sólo una institución importante sino un proceso de reformas que no es sencillo,

Después de ese primer impacto y de la confirmación de ese estilo de cercanía, de sencillez, de mostrarse en público tal como era aquí en Argentina como pastor, surgió la duda acerca de si podría reformar esa estructura inamovible que parece El Vaticano. Pero hay un Bergoglio acostumbrado a mandar, y creo que ese es el tema de tu libro.

Sí, de una parte del libro pero enfocado desde cómo Bergoglio se enfrenta a esta realidad. Él viene de un país complejo, está acostumbrado a vivir en realidades complejas y tiene una idea clara de la conducción política, en función de un proyecto que para él es un proyecto espiritual divino. Francisco se siente cómodo en ese rol y eso hace que tenga lo que algunos llaman una secta marcha, porque lo que no puede lograr en primera instancia porque la estructura lo "bicicletea" o no quiere plegarse en la primera instancia, lo logra por cansancio, por perseverancia. Siempre surgen las especulaciones: ¿lo van a dejar?, ¿y si un día le pasa algo? Yo no creo que haya un peligro de muerte por esto, creo que el Papa tiene grandes resistencias dentro de una estructura mundial en la cual había un consenso de que la Santa Sede se tenía que reformar pero cuando hay que llevarlo a la práctica, y se consulta a cada jefe de oficina, cada uno dice: nosotros estamos haciendo las cosas bien, no sabemos por qué nos dicen, nos atacan... Eso es parte de una estructura que él llama "caduca" y que no necesariamente tiene que ver con corrupción sino con los roles que juega cada una de las personas que en El Vaticano forman parte de la curia romana.

Su principal obsesión no es el cambio de las estructuras, sino el cambio de las personas porque podemos cambiar todas las estructuras de gobierno en El Vaticano pero siempre habrá un resquicio para la corrupción, porque siempre está la persona que toma decisiones. Entonces él quiere, no sólo en El Vaticano, sino en toda la Iglesia, una reforma de los corazones. Esa es la principal revolución del Papa Francisco, y es una revolución cultural porque no es lo mismo decir que la Iglesia tiene una opción preferencial por los pobres y ponerlo en un documento durante un congreso en el que todos dormimos en un hotel de dos, tres, cinco estrellas y tenemos comida y ningún problema, que decir acá está el pobre, dale de tu comida, sacáte la túnica roja y dásela, eso es un cambio radical porque eso implica cómo me relaciono con él. Lo ayudo simplemente como a un anciano un padre que le da las cosas al hijo o lo ayudo a promoverse y ahí entra el tema esencial que es el de la inclusión que es el centro de su proyecto y que genera incomodidad porque pone a la iglesia o a los católicos que durante muchos años fueron cayendo en esa inactividad o pasividad de ir a misa los domingos pero vivir una doble vida, ante una realidad que implica cambiar y eso es incómodo para quien se siente en falta y tiene que cambiar, porque además la persona que te lo dice tiene una gran autoridad moral. Ese es el punto central por el cual quizás su palabra genera incomodidad, y luego se traduce en incomodidad del poder, porque eso implica despegarse del poder, de los privilegios, quizás hasta dejar el puesto y volver a una diócesis chiquita sin el glamour del Vaticano y a muchos que trabajan allí les cuesta aceptar eso.

En Europa, más allá de idilio inicial, ¿podrá esto tener un efecto estructural en una sociedad tan secularizada?

Hay un primer impacto, del estilo de Francisco, que es el de la comunicación, los gestos, como abrazar a una persona con el cuerpo cubierto de llagas, lo que a cualquiera le causaría repugnancia, eso es un primer impacto de la misericordia y de solidaridad, directo, y a la vez es dar el ejemplo, entonces la gente siente la interpelación, el llamado. Y luego está el tema de la predicación, que es un segundo momento, porque implica algo más que un primer impulso de decir, hoy no voy a comer a un restaurante y voy a un hospicio y abrazo a un anciano. Eso es relativamente fácil. Pero si él pide que se haga un esfuerzo y por qué no dejar de ir a restaurantes todo un mes y ese dinero lo donás, o vas a ayudar a este anciano. Y entonces ya pasa del gesto a un cambio en la vida, que no es tan automático, como el de una buena acción que él genera con su ejemplo. Los resultados los veremos en el tiempo. De todas maneras sí hay una especie de impacto, un volver a esa raíz cristiana, y se puede medir en el aumento de las donaciones o de la asistencia a los ritos, en iglesias que se vuelven a llenar con personas que se sienten acogidas por el mensaje del Papa; ahora, si eso se va a mantener o no es una incógnita. Es una incógnita el saber cuán profunda va a ser esa revolución o reforma a la que aspira el Papa y que no se hace de la noche a la mañana, porque apenas llevamos dos años de pontificado.

¿Eso es lo que trata de esclarecer tu libro?

El libro tiene dos partes, se llama Quiero lío (1) y aparte de esta frase que el Papa pronuncia en Brasil ante la delegación argentina de jóvenes, pero en realidad se amplía a todo su pontificado. Quiero lío es el lío que estoy haciendo en El Vaticano pero también el que le pido a la gente. Pero también tiene que ver con esta otra reforma que para mí creo que es prioritaria que creo desvela Bergoglio, la pérdida de fieles, la salida de files, porque si no, todo en la Iglesia pierde sentido; ¿para qué tener iglesias si están vacías? Y no es solo por llenarlas sino por salvar esas almas, al fin de cuentas él es pastor universal... Eso es una cosa que lo desvela que lo tiene preocupado y en el libro relevamos por qué, partiendo de cómo cuentan las personas ese acercamiento, esa visión, esa experiencia de estar cerca del Papa Francisco y cómo eso ha tocado sus vida, porque al final de cuentas eso es lo que empieza a cambiar los corazones de la gente y ese cambio de los corazones redunda en tratar de encauzar esta gran revolución cultural que quiere Francisco para la iglesia que no es más que volver al mensaje original que nunca se perdió pero que se edulcoró, se difuminó, por una serie de circunstancias, de crisis.

Para envidia de colegas y de todos los argentinos, ¿cuántas veces ve al Papa un corresponsal ante El Vaticano?

Lo vemos todos los días, porque cada día cuando tiene eventos lo tenemos que seguir, ir a los eventos. Es evidente que la prioridad del Papa es estar con la gente y no con los periodistas -nosotros sólo lo seguimos-, pero es una ventaja, es fascinante, verlo más allá de los titulares, porque ha sido un poco instrumentalizada la figura del Papa, reducida a un contexto político internacional y de crisis de la prensa internacional que estaba esperando ansiosa un personaje que "vendiese" y que fuese lo suficientemente interesante, y eso ha generado un cierto relato del papa Francisco que prioriza todo aquello que lo hace ver como un rupturista, cuando en muchos aspectos no lo es, pero para la gente es más fácil sentirse emocionada por un Papa rupturista cuando en realidad, si bien Francisco lo es en muchos aspectos también en muchos otros tiene una gran continuidad con los anteriores Papas. En este sentido poder ser testigo, más allá de los titulares, de lo que dice, hace, hablar con los que lo ven, lo saludan, sobre la impresión que tienen de él, y haberlo saludado en muchas ocasiones, porque eso también hemos podido hacer -ahora estaremos en la gira por Sudamérica seguirlo en el vuelo papal-, obviamente es un gran aliciente, seguir los pasos de alguien que con sus limitaciones, luces y sombras, porque sigue siendo un hombre y toma decisiones y se puede equivocar, pero que tiene esa capacidad de superar sus errores. Los grandes líderes de la Historia no son los que nunca se equivocan sino los que logran superar esas equivocaciones, no sólo corrigiendo sino al mismo tiempo con gran maestría manteniendo vigente su mensaje y manteniéndose fieles a sí mismos, a su discurso y a su propuesta para el mundo, y eso hará que él quede como un ícono a nivel internacional. Y poderlo ver de cerca todos los días es una cosa que da gran satisfacción.

Comentá la nota