Benín; cristianos y musulmanes juntos para salvar a los niños explotados

Benín; cristianos y musulmanes juntos para salvar a los niños explotados

Historias de convivencia entre los que creen en Cristo y los que creen en Mahoma. En Cotonou, los menores víctimas de los traficantes son protegidos y acudidos por ellos

Un niño al que le han robado la infancia, un niño explotado, maltratado, abusado (sea cual sea el color de su piel, su religión, su país de origen) es hijo de todos. Y cuando mujeres y hombres (incluso de diferentes orígenes, culturas y religiones) deciden unirse y trabajar juntos para curar sus heridas, para hacer que sonrían de nuevo y para darles un buen futuro, allí se lleva a cabo una obra indiscutiblemente a la altura de nuestro ser “humanos”. 

 

En Cotonou, ciudad a orillas del océano Atlántico, en el sur de Benín, un grupo de monjas salesianas ha creado una red en la que trabajan 120 personas, incluso musulmanas: el objetivo es arrancar de la desesperación y de la resignación al sufrimiento a cientos de pequeños, ofreciéndoles protección, esperanza, educación. La que dirige esta obra es sor Maria Antonietta Marchese, turinesa de 74 años, que lleva viviendo 16 años en Benín. 

 

El tráfico de niños  

 

En este país (en donde los cristianos constituyen el 20% de la población, los musulmanes alrededor del 18% y los que siguen las religiones tradicionales un poco más del 60%) hasta los años ochenta del siglo pasado había una práctica muy común: los padres encomendaban a familias acomodadas que vivían en las ciudades a sus hijos, que, a cambio de algunos trabajitos, se mantenían y podían ir a la escuela. 

 

«Pero después este fenómeno degeneró y se convirtió en un verdadero comercio administrado por traficantes, los llamados “vidomegons” (literalmente “niño en custodia”)», dice sor Maria Antonietta. «Estos individuos hacen quel es encomienden a los pequeños para después cederlos a familias que, en lugar de enviarlos a las escuelas, los explotan y maltratan: hoy hay miles de niños que desde la más tierna infancia, desde los 5 o 6 años, trabajan duramente del alba a la noche. Las niñas, empleadas como servidoras domésticas o vendedoras en los mercados, a menudo también sufren abusos sexuales». Muchos pequeños son enviados a trabajar a Nigeria, Togo y Gabón, países que necesitan mano de obra. En algunos casos, los padres, debido a la pobreza, venden a sus hijos conscientes de la explotación a la que serán sometidos los pequeños. En cambio, normalmente son engañados: se les dice que sus hijos, en las nuevas familias, podrán recibir una buena educación. 

 

Un fenómeno difícil de derrotar  

 

Derrotar la explotación de los menores no es nada fácil, observó son Maria Antonietta: «En Benín los niños casi no cuentan nada, a pesar de que se hayan aprobado documentos importantes para tutelar la infancia. Nosotras nos dedicamos a una capilar obra de sensibilización, yendo a hablar a mezquitas e iglesias, y en Cotonou hemos abierto centros de acogida y de formación». 

 

Con las monjas trabajan psicólogos, asistentes sociales, educadores, maestros, y varios de ellos son musulmanes. «Entre nosotros hay gran colaboración, nos apoyamos recíprocamente y trabajamos en equipo. Nos comprometemos con gran dedicación (fieles a los principios de la pedagogía salesiana), con la conciencia de tener una misión común: el cuidado y la protección de los menores». 

 

El Foyer de la esperanza  

 

Las monjas fundaron el Foyer, una casa que alberga a 70-80 niñas de 6 a 16 años de edad. La policía las liberó de la explotación, prohibida por la ley, o fueron encontradas en los mercados por el personal de las salesianas: «Aquí las niñas van a cursos de alfabetización, juegan, aprenden a hacer algún trabajo. Afectadas por grandes humillaciones y sufrimientos, son seguidas y acompañadas por las psicólogas. Normalmente se quedan de 2 a 3 meses, durante los cuales nuestros asistentes sociales llevan a cabo una investigación para tratar de encontrar a sus padres y verificar si es posible la reinserción en sus familias», dice sor Maria Antonietta. «Después son los centros de promoción social, con el paso del tiempo, los que vigilen y se aseguren de que las niñas sean cuidadas y de que vayan a la escuela. Estas jóvenes no sienten rencor hacia sus padres que las han cedido. Siempre desean volver a vivir con ellos. A veces, desgraciadamente, no logramos encontrar a sus familias o la reinserción presenta peligros: en estos casos nuestras huéspedes se quedan viviendo en el Foyer, van a la escuela y aprenden un oficio. En estos 16 años nos hemos ocupado de más de 3000 niñas». 

 

El director musulmán  

 

Entre los colaboradores de sor Maria Antonietta está Micdadou Coulibaly: musulmán, casado y padre de dos niños, además de agente social. Se ocupa de la “Maison du Soleil”, que ofrece acogida y formación a las chicas madres menores de edad, víctimas de la explotación, favoreciendo su reinserción en las familias: «Siento mucha compasión por las jóvenes vidas afectadas por el sufrimiento, que a menudo son también marginadas. Aprecio el sistema de educación salesiano, capaz de promover la colaboración entre todos, y la actitud de las monjas, que son particularmente sensibles a las necesidades de los menores y no distinguen entre cristianos y musulmanes: por estas razones estoy muy contento de trabajar en el Centro salesiano. En mi país, gracias a los proyectos que promueven las monjas a favor de las personas más vulnerables y al trabajo de todos los moembros del personal, la vida, en particular de los niños y de las mujeres, está mejorando día a día, aunque con lentitud». 

 

Muchas obras  

 

Además del Foyer y de la “Maison du Soleil”, las monjas han creado otras obras: una granja, en donde hay niñas de las zonas rurales arrancadas de la explotación, un instituto en donde los chicos de 15 a 18 años aprenden un oficio para lograr encontrar después un empleo, y un “Atelier” al que van jóvenes mujeres que, después de haber seguido los cursos, trabajan confeccionando vestidos y accesorios. Hay también una gran escuela con más de 1000 alumnos, una escuela primaria para niñas que nunca han recibido instrucción y, en las zonas más pobres, guarderías para niños de 3 a 5 años. 

 

Aprender a aceptar a los demás  

 

En Benín las relaciones entre cristianos y musulmanes son muy buenas, la religión no es motivo ni de división ni de contrastes, observan al unísono sor Maria Antonietta y Micdadou, quien añade: «Tengo relaciones muy buenas con los colegas cristianos y con las monjas, siempre disponibles. En general, puedo decir que tengo buenas relaciones con los cristianos: en el pasado colaboré durante algún tiempo con los jesuitas: fue una relación franca y cordial. Estoy convencido de que en la vida es fundamental aprender a aceptar a los demás tal y como son. Comportándonos de esta manera nos damos a querer. Yo siempre he querido seguir este principio y tengo amigos y colaboradores cristianos muy queridos. Las personas auténticamente religiosas (de religiones diferentes) que viven y trabajan hombro con hombro en paz han aprendido a aceptarse recíprocamente y demuestran al mundo que es posible trabajar juntos para alcanzar objetivos comunes: el Centro de las monjas salesianas es una prueba de ello». 

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