“JMJ asiática”; el sultán acoge a los jóvenes católicos

“JMJ asiática”; el sultán acoge a los jóvenes católicos

En Indonesia el encuentro con significados interreligiosos: los cristianos apoyan al gobierno en la lucha contra el radicalismo islámico

El sultán Hamengku Buwono X, gobernador de Yogyakarta, tocando el “othok-othok” (instrumento musical tradicional) inaugura oficialmente la manifestación: en esta imagen tan simbólica radica todo el significado del Asian Youth Day, la «Jornada de la Juventud Asiática», el encuentro organizado por la Federación de las Conferencias Episcopales de Asia que durante una semana reunirá a jóvenes católicos de 22 naciones del continente por las calles de Yogyakarta, ciudad que se encuentra en la isla indonesia de Java. El Sultán, líder civil y religioso de la provincia de Yogyakarta, ofreció su apoyo al encuentro juvenil católico concediendo gratuitamente un gran centro de congresos en donde se llevarán a cabo los principales eventos de la semana: encuentros, seminarios, catequesis, espectàulos teatrales y musicales, experiencias de oración y reflexión. Todas estas citas girarán alrededor del tema de la multiculturalidad y de la armonía entre las culturas y las religiones diferentes. En la que con familiaridad se llama “JMJ asiática” (cuya fuente de inspiración es, efectivamente, la Jornada Mundial de la Juventud), lo principal es «vivir juntos el Evangelio en el Asia multicultural». Indonesia es el mejor lugar para albergar un evento en el que la Iglesia católica promueve, a partir de las nuevas generaciones, el paradigma de la convivencia entre las religiones, mientras el país musulmán más poblado del mundo vive los fermentos del islamismo radical que representa un desafío para la tolerancia y para la armonía social.  

 

El arzobispo de Jakarta y presidente de los obispos indonesios, Ignazio Suharyo, lo reveló a Vatican Insider sin medias tintas. 

 

«Indonesia es un país por naturaleza plural y multicultural, con más de 3000 grupos étnicos y 11 mil lenguas locales: el país, mediante sus jóvenes, puede enseñar a otros países asiáticos la pluralidad y la serena convivencia entre hombres y religiones. Nuestros jóvenes aquí ofrecen un ejemplo de unidad, encarnando esa “unidad en la diversidad” que es el lema de la nación. Pero es un enfoque que se puede y se debe exportar a todas las realidades asiáticas y más allá». Yogyakarta, en particular, es considerada una “micro-indonesia” por su innato pluralismo cultural y religioso: cuenta con más de sesenta, entre universidades estatales y privadas, colegios y academias, por lo que acoge a jóvenes de toda la nación que llenan las calles, los bares, las bibliotecas, las plazas, los templos y los mercados, que hacen de “Yogya” (como la llaman todos) un oasis multicolor. La ciudad es muy especial: la de Yogyakarta es, efectivamente, la única provincia indonesia todavía gobernada por un sultán precolonial, que guía a una especie de mini-teocracia, desde que su padre, hace medio siglo, contribuyó en la lucha por la independencia de los holandeses y después aceptó formar parte de la República de Indonesia». 

 

E la actualidad, el sultán es guía iluminado de una ciudad alegre, plural, abierta, fecunda en ideas e iniciativas transculturales, en la que los ciudadanos de todas las religiones aprecian su gestión y no ponen en discusión, de ninguna manera, la excepción institucional de un gobernador no elegido, sino todavía nombrado según una base hereditaria. La ciudad, segura de una conciencia colectiva abierta a los aportes más dispares, recibe la Jornada de la Juventud Asiática, que ha llevado a Yogya más de 2 mil jóvenes de 22 países, 52 obispos (entre los que hay 6 cardenales) y 158 sacerdotes. En este particular escenario, la JMJ asiática se caracteriza por un profundo significado interreligiosos: en el país musulmán más poblado del mundo, los jóvenes musulmanes participan en los eventos programados y están involucrados en el comité de organización. También el gobierno indonesio ha apoyado económica y políticamente, mediante el Ministerio de Asuntos Religiosos, el Ministerio del Turismo y el Ministerio para los jóvenes y el deporte. El presidente Joko Widodo también cuenta con los cristianos (alrededor del 10%, entre los que hay 7,5 millones de católicos, en una nación de 250 millones de habitantes, 85% musulmana) para contrarrestar, en nombre del concepto de ciudadanía, la vuelta del extremismo islámico que crea una extendida preocupación. 

 

La base de la convivencia civil, fuertemente impulsada por Widodo, es la “Pancasila”, la carta de los cinco principios que regulan la vida social de una nación de tantos rostros y que refuerzan la identidad nacional que se requiere para alejar el riesgo de la balcanización. La Pancasila, delineando un Estado democrático en el que la religión tiene un peso, pero no es una teocracia, también es un buen refugio para las sirenas del Estado Islámico. El Califato ha puesto en marcha una masiva operación de propaganda en el sureste asiático y ha encontrado terreno fértil en algunos grupos radicales indonesios, como l’Hizbut Tahrir Indonesia que, gracias a una reciente medida aprobada por el ejecutivo, podría ser declarado ilegal sin pasar por los tribunales. 

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