Aseguran que la muerte de un sacerdote tucumano desnuda la impunidad del crimen organizado

Aseguran que la muerte de un sacerdote tucumano desnuda la impunidad del crimen organizado

Felipe Hipólito Medina, licenciado en Ciencias Religiosas y director de San Pablo Salta, aseguró que la muerte del sacerdote Juan Viroche, quien apareció colgado en la parroquia Nuestra Señora del Valle, de la localidad tucumana de Ingenio La Florida tras denunciar el avance del narcotráfico y recibir amenazas, “desnuda la impunidad con la que se mueve en el país el crimen organizado”.

Y recordó lo que le dijo su esposa tras participar en julio pasado de la misa de primera comunión que presidió el sacerdote: “A este hombre lo van a matar como al padre Martearena”.

Felipe Hipólito Medina, licenciado en Ciencias Religiosas y director de San Pablo Salta, aseguró que la muerte del sacerdote Juan Viroche, quien apareció colgado en la parroquia Nuestra Señora del Valle, de la localidad tucumana de Ingenio La Florida tras denunciar el avance del narcotráfico y recibir amenazas, “desnuda la impunidad con la que se mueve en el país el crimen organizado”. 

En una reflexión con el título “Una muerte anunciada y un muerto que habla”, el referente laico señaló que el domingo 17 de julio regresó a la localidad tucumana de Delfín Gallo, donde él había nacido, para participar de la primera comunión de una sobrina nieta que iba a presidir el padre Viroche. 

“Allí conocí personalmente al padre Juan, del cual ya había oído hablar y sobre todo a los más jóvenes de la familia que no ocultaban su admiración por el sacerdote”, destacó, y agregó: “Hablaban de su compromiso social con los pobres y los jóvenes y de su valentía para enfrentar las dificultades”. 

“En una gran mesa salió el tema de su lucha contra los vendedores de droga y la urgencia de rescatar a los niños y jóvenes de las adicciones”, puntualizó. 

Medina recordó que “en noviembre del año pasado el padre Viroche celebró una misa en plena calle frente a la escuela Wenceslao Posse y de la capilla Nuestra Señora del Carmen, que había sido saqueada dos veces. La protesta no era un piquete, era una misa, quería llamar la atención, decía el padre Juan, para que las autoridades pusieran sus manos en el asunto”. 

“El narcotráfico, como en casi todas las provincias del norte, hace estragos en los niños y jóvenes”, advirtió. 

El especialista añoró los años en que Delfín Gallo, donde hizo la escuela primaria, era un pueblo “un paraíso, no había divisiones ni enfrentamientos” y lamentó que hoy resuene en los medios nacionales “como un pueblo inseguro y tierra de narcos, como una leyenda feliniana”. 

“El discurso final de la misa de primera comunión esa mañana de julio en el pueblo, el padre Juan hizo un duro llamado a los padres a perseverar en el camino de la fe, en cuidar a sus hijos de la droga y la trata, brindarles contención, afecto, valores y sobre todo educación. Recuerdo el comentario de Mónica, mi esposa, sin ser pitonisa ni nada que se le parezca: ‘A este hombre lo van a matar como al padre Martearena’”, afirmó. 

“Pareciera ser que los profetas, aquellos que ponen una oreja en el Evangelio y otra en el Pueblo, ya desde tiempos lejanos padecen el mismo destino: el martirio. El obispo Romero, el obispo Angelelli sufrieron el martirio, y cuantos se atrevan a ser fieles al Evangelio de Cristo deben saber que pueden sufrir la misma suerte del Maestro. Nadie los va a callar y de muertos hablarán con voz más potente”, concluyó.

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