Argentina: El largo adiós del arzobispo Aguer

Argentina: El largo adiós del arzobispo Aguer

El Papa Francisco recibió en audiencia privada al arzobispo de La Plata, justo cuando él alista su salida. Los rumores de una renuncia anticipada y la designación de un coadjutor Aguer

Héctor Aguer es un arzobispo destacado, y controvertido. Pastor de la diócesis argentina de La Plata, sus declaraciones públicas casi nunca pasan inadvertidas. Su historia episcopal resulta “paralela” a la de Jorge Mario Bergoglio. Ambos porteños de nacimiento, fueron auxiliares del cardenal Antonio Quarracino contemporáneamente. Y los dos fueron elevados al arzobispado en tiempos similares. El próximo 24 de mayo cumplirá los 75 años y presentará su renuncia, como lo establece la ley de la Iglesia. Pero él mismo ya empezó su largo adiós. En su diócesis se especula sobre la inminente llegada de un coadjutor. Hoy el Papa lo recibió en privado. 

Este viernes, a primera hora, la Sala de Prensa del Vaticano distribuyó la agenda de actividades de Francisco. Apenas una lista de audiencias. Al mediodía, puntual, apareció la cita con Aguer. Un encuentro oficial, en el Palacio Apostólico. Media hora reservada, antes del discurso del Papa a una comitiva de asistentes a un encuentro de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales.  

El arzobispo platense lleva algunos días en Roma. Por su viaje decidió posponer algunos compromisos en su diócesis. Entre sus colaboradores más cercanos existe un ambiente de fin de pontificado. Un contexto que se vive también en las parroquias. Diversas fuentes consultadas por el Vatican Insider pudieron confirmarlo. 

La salida de Aguer es un tema de conversación cotidiana entre los sacerdotes. Algunos de ellos, de gran cercanía con el arzobispo, dan por hecho el inminente nombramiento de un coadjutor. Un obispo “con derecho a sucesión” que pueda tomar lentamente las riendas. Porque, según estas fuentes acreditadas, en la curia se baraja incluso una fecha: en mayo de 2018. Una renuncia que podría llegar antes del 24, la fecha de cumpleaños. 

De verificarse antes de tiempo, la salida de Aguer sería anómala. Despertaría especulaciones. Se sumaría a otras salidas anticipadas de obispos argentinos, verificadas en los últimos meses. Como la de Adolfo Zecca, quien dejó el arzobispado de Tucumán formalmente el 9 de julio pasado. Pero él mismo anunció, con una carta pública difundida el 22 de junio. Una situación pocas veces vista. Normalmente se sabe de la dimisión anticipada de un obispo cuando el Papa se la acepta.  

Zecca explicó en su misiva tener problemas de salud que le impedían cumplir en pleno su ministerio. Pero aclaró que no descartaba poder realizar “otro trabajo”. El 7 de octubre último, la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina le designó responsable de la Delegación para los Desafíos y Prospectivas de la Educación, un organismo apenas creado que debería fungir como observatorio de la educación en el país. Un puesto que le permitiría mantener el sueldo de obispo en activo asignado por el Estado. Aunque, hasta el momento, esta posibilidad se mantiene en suspenso. Por lo pronto ya se mudó a Buenos Aires, donde le fue asignado un departamento propiedad de la Iglesia. 

La otra reciente y ocurrida en extrañas condiciones fue la de Gustavo Zanchetta, obispo de Orán (Salta). El 1 de agosto pasado el Vaticano confirmó su salida, aunque apenas tiene 53 años. Un par de días antes, había mandado una carta a los fieles atribuyendo todo a “un problema de salud” que no le permitía “llevar plenamente el ministerio pastoral” y de inmediata atención. Pocos días atrás reapareció en España y con aparente buen estado de salud, en la ceremonia de apertura de año académico en la Universidad Eclesiástica de San Dámaso.  

Zanchetta era conocido por ser “amigo de Bergoglio”, como confirmó una fuente acreditada al Vatican Insider en Roma. Es más, a esa cercana relación se atribuyó su nombramiento en Orán el 22 de julio de 2013. Fue una de las primeras designaciones de obispos argentinos del actual pontificado. Apenas duró en el puesto cuatro años. 

Aguer, nacido en 1943 en el barrio porteño de Mataderos, estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario Metropolitano de Buenos Aires. Hombre inteligente, se hizo conocido por su fineza, pero también por su rigidez. Tras cumplir toda su carrera eclesiástica en la capital dio el paso previsible: ser obispo auxiliar de Quarracino. Juan Pablo II lo nombró el 26 de febrero de 1992. 

Menos de tres meses después, el 20 de mayo, el Papa designó otro auxiliar. Un “outsider”, que no venía del clero diocesano y que llevaba varios años fuera de la diócesis. Era jesuita y estaba prácticamente en el exilio en la ciudad de Córdoba. Se trataba de Jorge Mario Bergoglio. 

En esos años, ambos auxiliares parecían colocarse en las antípodas pastorales. Aguer era vicario zonal de Belgrano, que abarca los barrios más acomodados. Se ocupaba de doctrina, liturgia y espiritualidad. Bergoglio era vicario de Flores, zona popular y que incluye algunas villas. Eran dos figuras destacadas, no pasaban inadvertidas. Por aquellos años, los círculos eclesiásticos tenían en claro que, entre ellos dos, podría salir el sucesor de Quarracino. El elegido fue el jesuita, elevado a coadjutor el 3 de junio de 1997 y a arzobispo, el 28 de febrero siguiente. 

Cuatro meses más tarde, el 26 de junio de 1998, Aguer fue enviado como coadjutor de La Plata. Debió esperar dos años antes de convertirse en titular. Cada uno, según su estilo, se convirtió en referente de la Iglesia argentina en la primera década de este siglo. La prensa siempre los ubicó en los extremos de la geometría episcopal. En el seno de la conferencia de obispos, a menudo sostuvieron líneas diferentes. Chocaron. Muchas veces salió victorioso Bergoglio, elegido presidente en dos ocasiones. 

Su trato siempre fue de caballeros. Incluso cuando el arzobispo de La Plata quedó envuelto en un escándalo por salir de garante a Francisco Trusso, un ex banquero de origen italiano condenado a ocho años de prisión por maniobras fraudulentas a través del Banco Crédito Provincial. La fianza fue de un millón de pesos de la época.  

Cuando los productores del programa televisivo “Claves para un mundo mejor” le propusieron al arzobispo de Buenos Aires registrar una columna semanal, este la rechazó con diplomacia y recomendó a Aguer. Él aceptó y sus filosos comentarios aún generan discusiones. La dureza de sus tomas de posición le han granjeado ampulosas críticas. 

Por esa imagen pública de hombre lejano y dogmático, se le incluyó en el grupo de obispos “anti-Bergoglio”, incluso antes del Cónclave de 2013. De ahí que, tras la elección de Francisco, Aguer ocupó buena parte de una de las reuniones de su Consejo Presbiterial a contar cómo era su relación con el arzobispo de Buenos Aires y a explicar que jamás estuvieron peleados.  

Observadores esperaban que esta distancia histórica provocase la salida del arzobispo de La Plata mucho antes, al inicio del pontificado. Eso no ocurrió. Incluso cuando Aguer protagonizó crisis públicas. Como cuándo selló una ruptura con el movimiento Scout o cuando pareció justificar una medida judicial a favor de un hombre condenado por delitos de lesa humanidad.  

Ahora, una salida anticipada es posible. Pero es una eventualidad que las fuentes consultadas atribuyen más bien a la voluntad del propio arzobispo. Su estado de salud no es bueno. Se quebró la cadera y debió ser operado. Su fortaleza está mermada, también en el ánimo. Por eso él mismo inició, tiempo atrás, su largo adiós. ¿Quién podría sustituirle? Uno de sus auxiliares goza del aprecio del Papa. Alberto Bochatey. Francisco lo incluyó en la Pontificia Academia para la Vida y lo eligió interventor al Instituto Próvolo, envuelto en un escándalo por abusos sexuales contra.

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