Argentina: El faltazo del Papa con sindicalistas y la reforma laboral

Argentina: El faltazo del Papa con sindicalistas y la reforma laboral

Francisco no asistió al cierre de una cumbre mundial de líderes sindicales, aunque su participación estaba prevista. La trastienda de un gesto que repercutió en el Vaticano y en Buenos Aires, justo cuando Argentina debate una reforma laboral

por ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ

 

Estaba todo preparado, en el Aula Nueva del Sínodo, la tarde de este viernes 24 de noviembre. Más de 200 sindicalistas de todo el mundo esperaban la presencia del Papa, tras dos días de debate sobre el presente y el futuro del mundo del trabajo. Entre ellos, una nutrida delegación argentina. Francisco no asistió y, en cambio, mandó un incisivo texto escrito donde denunció “la lacra” de quienes se alían con los empresarios para dejar a “miles de compañeros sin trabajo”. Más allá de la desilusión de algunos participantes, sus quejas públicas y las explicaciones oficiales al faltazo, el gesto tuvo un impacto innegable, tanto en Roma como en Buenos Aires. En medio de un álgido debate sobre la reforma laboral. 

  

“Tremenda desilusión en el encuentro sindical al recibir la noticia que Francisco no vendrá a saludar el encuentro. Hicimos un gran sacrificio para estar acá en un momento difícil de Argentina...!!!”, escribió desde la misma Aula vaticana y a través de la red social Twitter Pablo Micheli, secretario general de la Central de Trabajadores de la Argentina Autónoma (CTA-A). Pocos minutos antes, el cardenal Peter Turkson había anunciado al pleno que el Papa no asistiría porque tenía “trabajo atrasado” con motivo de su viaje a Myanmar y Bangladesh.  

  

“Hasta hace una hora estaba confirmado”, precisó, antes de dar lectura al mensaje en italiano. El desfogo de Micheli fue reflejo de la desazón de otros sindicalistas argentinos presentes. De verdad habían apostado a su foto con el líder católico, en un contexto borrascoso en el mundo laboral argentino por la reforma propuesta por la administración del presidente Mauricio Macri. 

  

Quizás no advirtieron algunas señales que habían anticipado el faltazo papal. Estaban allí, en la misma Aula del Sínodo. De los 300 delegados que se esperaban, un centenar de ellos no llegó por diversas razones. Notables ausencias, no sólo entre los argentinos sino también en las comitivas de otros países latinoamericanos. Entre ellos Oscar Mangone, del sindicato del gas y asiduo frecuentador de Bergoglio en sus tiempos como arzobispo de Buenos Aires.  

  

Al mismo tiempo, resulta emblemático que, pese a haber sido incluidos a último momento en la lista de invitados, finalmente no asistieron al encuentro líderes como Pablo Moyano, secretario general adjunto del Sindicato de Camioneros o Sergio Palazzo, secretario general de la Asociación Bancaria, ambos exponentes de la Confederación General del Trabajo (CGT).  

  

Mientras sus colegas viajaban a Roma, ellos mantenían un frente duro contra la reforma laboral en su país, que terminó por empujar a la oposición en el Congreso a postergar el tratamiento del proyecto “dictando así la sentencia de muerte, al menos para este año, a la iniciativa del Poder ejecutivo”, según reportó la prensa. El líder del bloque del Frente Para la Victoria-PJ, Miguel Ángel Pichetto, reclamó “la unificación del discurso en la dirigencia de la CGT”. 

  

De hecho, Moyano llevaba semanas anticipando que antes de avalar una reforma que afectase a los trabajadores “se cortaría las manos”. Eso mismo, pero con otras palabras, le había dicho al Papa el 8 de noviembre, cuando lo saludó durante la audiencia general de los miércoles en la Plaza de San Pedro. “Estamos luchando contra la reforma laboral que se viene”, exclamó el líder de camioneros,cuando Francisco dedicó un largo tiempo a saludar a una delegación del sindicato compuesta por unas 30 personas.  

  

El gesto fue todo menos fugaz y aislado. Al grupo lo ubicaron en una zona de preferencia, allí donde es imposible no notarlos y donde el protocolo vaticano coloca a aquellos que, por fuerza, tienen acceso al Papa. Mientras en Buenos Aires pretendían bajarle el precio a ese saludo, la prensa anticipaba que la procesión de los otros sindicalistas a Roma, lejos de “fortalecer en la resistencia contra el proyecto de reforma” pretendía llevarle a Francisco, “como ofrenda”, un acuerdo con el gobierno. Acuerdo que buscaba presentarse como la mejor alternativa posible en un contexto de dificultad. 

  

Quizás la imposibilidad de concretar esa “entrega” al Papa propició la protesta de los sindicalistas involucrados. Al tuit de desfogo de Micheli respondió, también a través de la misma red social, Juan Grabois, referente de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular y hombre de estrecha cercanía con Jorge Mario Bergoglio.  

  

“Querido Pablo Micheli entiendo tu desilusión. Tal vez Francisco la sienta por lo mal que muchos sindicalistas defienden a los trabajadores. Tal vez tenía temas más urgentes. Me consta que nunca garantizó su presencia. Si hay un líder que tira para los trabajadores y humildes, es él”, escribió quien es también un colaborador asiduo del cardenal Turkson y del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, el organismo del Vaticano que organizó la cumbre sindical.  

  

Como señaló Grabois, la participación del Papa nunca estuvo confirmada definitivamente. Pero en algún punto existió un problema de comunicación, porque la Sala de Prensa del Vaticano había anunciado la asistencia pontificia ya el martes 21, en un programa oficial. “Si Juan Grabois querido, no dudo que Francisco es lo mejor que nos pasa a los argentinos y al mundo en la lucha a favor de los pobres y trabajadores, pero me sentí así y lo expresé. No quise ofenderlo ni a él ni a ninguno de ustedes”, respondió Micheli en otro tuit mucho más conciliador.   

  

Cierto es que la mayoría de los líderes argentinos que viajaron a Roma para el encuentro de sindicatos mantienen, en mayor o menor medida, una línea “dialoguista” con el gobierno de Macri. Incluso hablaban ya un acuerdo sobre la reforma, el mismo que buscaban ofrendar al Papa. Uno de ellos es Héctor Daer, secretario general de la CGT. Él no fue sólo invitado en la cumbre vaticana, también disertante. El jueves, ante el pleno de esa reunión, pareció poner en duda aquel apoyo que antes de su llegada a la “ciudad eterna” parecía blindado. Y anticipó que irá en breve al parlamento para “plantear algunos matices”.  

  

Estas divergencias en el sindicalismo argentino no pasaron desapercibidas entre algunos funcionarios vaticanos. Por otra parte, tras el anuncio del faltazo y la desilusión, entre los congresistas comenzó a circular un rumor según la cual el Papa “se había sentido mal” o no estaría bien de salud. Pero Francisco no está enfermo, como se podrá comprobar en la visita apostólica por Myanmar y Bangladés que iniciará este domingo. 

  

Lo que quedó en claro, en el Aula Nueva del Sínodo, fue su mensaje y las condiciones de su convocatoria. Llamó a los sindicalistas a enfrentarse a una “mentalidad utilitarista, cortoplacista, y manipuladora” que no le interesa si hay degradación social o ambiental, el trabajo forzado o la contaminación, porque sólo le importa la ganancia inmediata. 

  

Entonces precisó: “No podemos ser ingenuos y pensar que el diálogo se dará naturalmente y sin conflictos”. Pidió “agentes que trabajen sin cesar” por un diálogo en el cual todas las voces sean escuchadas, especialmente aquellas de la periferia. Los alertó contra el “individualismo colectivista” del defender sólo a los propios representados, ignorando al resto de los pobres y excluidos del sistema. Por eso los invitó a trascender las “murallas” de sus asociaciones y, con solidaridad, proteger a los trabajadores cuyos derechos ni siquiera son reconocidos.  

  

Y los instó a evitar la “plaga” de la corrupción. Porque, apuntó, “es terrible esa corrupción de los que se dicen ‘sindicalistas’, que se ponen de acuerdo con los emprendedores y no se interesan de los trabajadores, dejando a miles de compañeros sin trabajo”.  

Comentá la nota