La apuesta de Macri, el plan B de un FMI en jaque y la reconciliación de Cristina con los gobernadores

La apuesta de Macri, el plan B de un FMI en jaque y la reconciliación de Cristina con los gobernadores

Aunque se mantiene optimista de cara a las elecciones, el presidente Mauricio Macri no mejora en las encuestas de imagen y el Fondo Monetario Internacional avanza en la organización de reuniones con los posibles candidatos de la oposición. La única que queda afuera de las bilaterales con Roberto Cardarelli, el italiano encargado de la misión del FMI en Argentina, es Cristina Kirchner, que seduce a ex gobernadores con un plan B que acerca a quienes le soltaron la mano hace dos años.

 

 

El estrecho camino del Fondo

Roberto Cardarelli, titular de la misión del FMI en Argentina.

Tal como se venía anticipando, la entidad que preside Christine Lagarde, con su suerte atada a la de Macri, evalúa al resto de los candidatos en caso de que la imagen del líder de Cambiemos no mejore de cara a los comicios. Por eso, el FMI organizó reuniones con dos ¿candidatos? opositores: Roberto Lavagna y Juan Manuel Urtubey.

Pero la pesquisa de los planes económicos de los candidatos no se acaba ahí. Otro que está en la nómina del Fondo es Sergio Massa, con quien todavía no concretaron una reunión. Como para el kirchnerismo, el tigrense también es una incógnita para el FMI. Aunque asegura que hay que reestructurar el acuerdo de los 57 mil millones de dólares con la entidad, el plan económico de Massa abarca todas las aristas del teorema de Baglini, con propuestas que se contradicen entre sí por la lejanía al poder del candidato: bajar impuestos, subir salarios, producir más, importar menos, exportar más, más educación, menos pobreza y mejor calidad de vida.

El optimismo oficialista

Referentes del núcleo duro de Cambiemos aseguran off the record que si Macri no gana un eventual balotaje es porque ganó en primera vuelta. El mismo optimismo profesa el mandatario, que en declaraciones con una radio regional aseguró que, “de cara al futuro”, la Argentina está “en una posición económica más sólida que en 2015”.

 

El despliegue oficialista es una figura repetida de las últimas dos elecciones: apuntar a la polarización con Cristina y jugar un mano a mano en una cancha inclinada gracias a las causas de corrupción que investiga una justicia con un timing relojeado por Casa Rosada.

El oficialismo estima que la candidatura del peronismo del medio, sea bajo el nombre que sea, no mueve el avispero si finalmente Cristina Kirchner se presta a participar de la función. La mandataria de Unidad Ciudadana es la única que, en última instancia, tiene la capacidad de hacer en el gobierno algo distinto al oficialismo: no pagarle al Fondo y volver a buscar el apoyo del BRICS (con menor presencia de Brasil) en lo financiero. La pregunta retórica que hace el macrismo al ser consultado por las candidaturas del peronismo federal es “¿Qué pueden hacer distinto a nosotros?”.

La única con plan B

En silencio, Cristina anticipa que, sin hacer nada, está mejor parada para las elecciones que la mayoría de los candidatos opositores. Incluso perdiendo, la dirigente de Unidad Ciudadana puede pelear a través de Kicillof en la Provincia y hasta acumular más diputados y senadores que los que tiene en el presente.

Pero además, también considera que es la única que puede ganar y varios dirigentes cercanos también lo ven. Las precandidaturas de Felipe Solá y Agustín Rossi se chocaron con el mensaje de la expresidenta: “Si quieren ser presidentes, caminen”. En la caminata, ambos se dieron cuenta que la que mide es Cristina y no ellos, y la fiebre presidencial se apaga lentamente para acompañar.

 

También algunos gobernadores volvieron a acercarse a la mandataria. Aunque quedan detalles por ultimar, Gustavo Bordet sellará con el kirchnerismo una lista de unidad en Entre Ríos. Lo mismo haría Juan Manzur, en Tucumán, Sergio Uñac, en San Juan y Mariano Arcioni, en Chubut.

Aunque suma adeptos entre los disconformes, Cristina enfrenta también una fuerte imagen negativa que, aunque se achica al ritmo de la recesión económica del macrismo, significa todavía una pared de la mitad del electorado que, si no se rompe, mejoraría las posibilidades de Macri de cara a un balotaje.

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