Aprobaron un nuevo tratamiento para enfermedad genética rara y mortal

Aprobaron un nuevo tratamiento para enfermedad genética rara y mortal

En 2002, el renombrado científico Phillip Sharp cofundó "Alnylam Pharmaceuticals" al conocer un descubrimiento fascinante: cómo “silenciar” mensajes biológicos enviados por el código genético de gusanos.

n 2002, el renombrado científico Phillip Sharp cofundó Alnylam Pharmaceuticals al conocer un descubrimiento fascinante: los investigadores habían averiguado cómo “silenciar” mensajes biológicos enviados por el código genético de gusanos. Transcurridos 16 años y tras una inversión de US$2.000 millones en investigación, Alnylam transformó el concepto, llamado ARN interferente, o ARNi, en un tratamiento para personas con una enfermedad genética rara y mortal. Se trata del primer tratamiento de ARNi aprobado, y constituye un pequeño triunfo para el control de la humanidad sobre su propia genética. También resulta aleccionador en cuanto a la larga lucha que implica transformar un avance científico en un tratamiento y una enseñanza para las compañías que trabajan con las tecnologías médicas más difundidas en la actualidad, como la herramienta de edición del genoma Crispr. “La espera es larga”, dijo Sharp en una entrevista. Cuando los pioneros de ARNi, Craig Mello y Andrew Fire, ganaron el Premio Nobel en 2006, el champán corrió a raudales, los analistas predijeron que medicamentos para el cáncer y otros trastornos acumularían miles de millones de dólares en ventas y docenas de compañías entraron al ruedo. La mayoría abandonó sus esfuerzos durante el siguiente decenio. El viernes, la Administración de Alimentos y Medicamentos estadounidense (FDA por su sigla en inglés) aprobó el tratamiento Onpattro de Alnylam. Éste bloquea, o silencia, temporalmente los mensajes contenidos en genes defectuosos que causan una enfermedad llamada amiloidosis hereditaria por transtiretina, o hATTR. Causada por un gen defectuoso, la amiloidosis hATTR afecta a 50.000 personas en todo el mundo. La trascendental aprobación de la FDA fue más acotada de lo esperado: por ahora sólo un pequeño subconjunto de pacientes que sufren daño neurológico causado por la enfermedad son aptos para recibir Onpattro -unos 3.000 en EE.UU. Pero abre la puerta a más tratamientos y finalmente validó el esfuerzo de muchos años de Alnylam. UN "GRAN SUCESO" Al igual que Crispr en la actualidad, ARNi fue “el próximo gran suceso” en biotecnología al comienzo de la década anterior. Los científicos sabían desde hacía mucho que desactivar genes defectuosos, evitando de esa forma que fabricaran proteínas nocivas, podía tratar la enfermedad. Sharp, que cofundó Biogen Inc. en 1978 y en 1993 ganó un Premio Nobel por estudios relacionados con el acoplamiento de genes, vio el potencial que tenía ARNi para lograrlo. No fue el único. “Hubo cientos de compañías que se fundaron para hacer ARNi y prácticamente todos los grandes laboratorios farmacéuticos tenían un programa en el que participaban cientos de personas”, dijo Judy Lieberman, investigadora de la Facultad de Medicina de Harvard que integra el consejo asesor científico de Alnylam. La decodificación del genoma humano en 2003 amplió aún más el potencial al aportar un punto de partida para aislar los genes defectuosos que ARNi podría silenciar algún día. En una entrevista de 2007, el máximo responsable de Alnylam, John Maraganore, dijo que el método ARNi era similar a luchar contra una inundación. Los medicamentos convencionales atacan el daño ya hecho, como limpiar el piso. “Con ARNi se puede cerrar la canilla”, dijo. Pero la parte difícil es cerrar la canilla en seres humanos. La razón es que el ADN, el código genético del ser humano, produce ARN, que contiene las instrucciones para fabricar proteínas. Los enfermos de amiloidosis hATTR poseen un gen defectuoso que trae aparejada la producción de proteínas mal plegadas que se depositan en el corazón y los nervios, entre otros lugares. Los pacientes van perdiendo lentamente la sensibilidad en manos, brazos, pies y piernas a medida que se acumulan las proteínas. Finalmente, el trastorno ataca los órganos llegando a matar a los enfermos pocos años después del diagnóstico. 

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