El apoyo del Papa a la cumbre entre las Coreas: ayuda a la paz en el mundo

El apoyo del Papa a la cumbre entre las Coreas: ayuda a la paz en el mundo

Durante la Audiencia general en la Plaza San Pedro, sin referirse explícitamente a Alfie Evans, habló sobre el Bautismo y explicó que rezar por la salud espiritual «y corporal» es una manera de «proteger a los niños»

El Papa Francisco expresó su apoyo a la cumbre entre Corea del Norte y Corea del Sur que se llevará a cabo el próximo viernes en Panmunyeom, e indicó, durante la catequesis semanal en la Plaza San Pedro, que «será una ocasión propicia para poner en marcha un diálogo transparente y un proceso concreto de reconciliación y de renovada fraternidad, con el fin de garantizar la paz en la Península Coreana y en el mundo entero». Durante la Audiencia general, dedicada al Bautismo, el Pontífice argentino, sin referirse explícitamente a Alfie Evans, dijo que «rezar por los niños, por la salud espiritual y corporal, es una manera de proteger a los niños con la oración». 

  

El próximo viernes 27 de abril, en Panmunyeom, se llevará a cabo una cumbre inter-coreana, recordó Francisco al final de la catequesis, «en el que participarán los líderes de las dos Coreas, el Señor Moon Yae-In y el Señor Kim Yong Un». «Tal encuentro será una ocasión propicia para poner en marcha un diálogo transparente y un proceso concreto de reconciliación y de renovada fraternidad, con el fin de garantizar la paz en la Península Coreana y en el mundo entero. Al Pueblo Coreano, que desea ardientemente la paz, aseguro mi personal oración y la cercanía de toda la iglesia. La Santa Sede acompaña, sostiene y anima toda iniciativa útil y sincera para construir un futuro mejor, bajo el signo del encuentro y de la amistad entre los pueblos. A los que tienen responsabilidades políticas directas –prosiguió Francisco– pido que tengan la valentía de la esperanza, convirtiéndose en “artesanos” de paz, mientras les exhorto a proseguir con confianza por el camino emprendido por el bien de todos, y, como Dios es Padre de todos, Padre de paz, los invito –dijo dirigiéndose a los fieles reunidos en la Plaza San Pedro– a rezarle a nuestro Padre, Dios, Padre de todos, por el pueblo coreano, tanto por los que están sur como por los que están en el norte». 

  

En esta audiencia del 5 de abril, Francisco prosiguió con su ciclo de catequesis dedicado al Bautismo. «El Evangelio –explicó el Pontífice– lleva en sí la fuerza para transformar a quien lo acoge con fe, arrancándolo del dominio del maligno para que aprenda a servir al Señor con alegría y novedad de vida. A la fuente bautismal nunca vamos solos, sino acompañados por la oración de toda la Iglesia, como recuerdan las letanías de los Santos que preceden la oración de exorcismo y la unción prebautismal con el aceite de los catecúmenos. Son gestos que, desde la antigüedad, garantizan a cuantos se preparan para renacer como hijos de Dios que la oración de la Iglesia los asiste en la lucha contra el mal, los acompaña por el camino del bien, los ayuda a alejarse del poder del pecado para pasar al reino de la gracia divina. Por ello, el camino de los catecúmenos adultos está marcado por repetidos exorcismos pronunciados por el sacerdote, es decir oraciones que invocan la liberación de todo lo que separa de Cristo e impide la íntima unión con Él. También para los niños se pide a Dios que los libre del pecado original y los consagre morada del Espíritu Santo. Rezar por los niños, por la salud espiritual y corporal –añadió el Papa– es una manera de proteger a los niños con la oración». 

  

En los Evangelios, recordó el Papa, «Jesús mismo combatió y expulsó a los demonios para manifestar la venida del reino de Dios: su victoria sobre el poder del maligno deja espacio libre a la señoría de Dios, que alegra y reconcilia con la vida. El bautismo no es una fórmula mágica, sino un don del Espíritu Santo, que habilita a quien lo recibe a “luchar contra el espíritu del mal”, creyendo que “Dios ha enviado al mundo a su Hijo para destruir el poder de satanás y transferir al hombre de las tinieblas a su reino de luz infinita”. Sabemos, pro experiencia, que la vida cristiana siempre está sujeta a la tentación de separarse de Dios, de su voluntad, de la comunión con Él, para volver a caer en los lazos de las seducciones mundanas», prosiguió el Papa, que ilustró también el significado del símbolo del aceite de los catecúmenos, «que fortifica para luchar contra el mal y derrotarlo. Es cansado –insistió– combatir contra el mal, escapar de sus engaños, recobrar fuerzas después de una lucha extenuante, pero debemos saber que toda la vida cristiana es un combate. Pero también debemos saber que no estamos solos, que la Madre Iglesia reza para que sus hijos, regenerados en el Bautismo, no sucumban a las insidias del maligno y las derroten por la potencia de la Pascua de Cristo». La Iglesia, insistió Francisco, «reza y reza por todos, por todos nosotros. Nosotros, Iglesia, rezamos por los demás. Es una cosa bella rezar por los demás. Cuántas veces no tenemos alguna necesidad y no rezamos… ¡No! Pido por los que están en necesidades, por los que no tienen fe; así rezamos unidos a la Iglesia por los demás. No se olviden: la oración de la Iglesia siempre está en acto, pero nosotros debemos entrar en esta oración, por todo el pueblo de Dios y por los que necesitan de la oración». 

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