"Amoris Laetitia": La familia, un bien social fundamental

"La pastoral familiar necesita un baño permanente desde la realidad"

La esperada, ansiada y temida por algunos "Amoris laetitia" ya es un texto magisterial que está entre nosotros. Una Exhortación larga, amplia y sugerenteque nos va a dar que pensar, dialogar y deliberar en nuestras comunidades. Como de manera bella dice el Papa es un "precioso poliedro, conformado por muchas legítimas preocupaciones y por preguntas honestas y sinceras "(nº 4). Poliedro que tiene que armonizarse desde las constantes pastorales del papa Francisco. Un sano realismo porque la realidad precede a las ideas. Una especial atención a las diferencias desde un llamado a la inculturación.

Una llamada a un discernimiento pastoral constante, verdadero y valiente porque la complejidad no nos permite el automatismo de la norma. Un llamado a la denuncia de las causas estructurales de la pobreza y la exclusión y, por último, una decidida comprensión totalizante desde el primado de la misericordia.

Siendo tan amplia cualquier reflexión aparecerá como parcial y sesgada. Pero siguiendo el camino que nos marca el Papa quiero buscar en "ella lo que puedan necesitar en cada circunstancia concreta" (nº 7) para convertirla en anuncio de Buena Nueva. Y para buscar en ella lo que necesitemos en cada momento quiero hacer un enlace, desde Cáritas, con el informe que presentamos ayer mismo sobre la Transmisión Intergeneracional de la pobreza.

En este informe mostrábamos como la pobreza se "puede heredar y de hecho se hereda en nuestro país". Baste un dato para mostrarlo. Ocho de cada diez personas que hoy sufren la pobreza soportaron la privación y la pobreza cuando eran niños o adolescentes. También denunciábamos como la protección a la familia, verdadero sostén de la sociedad, era débil, fragmentada y puntual. Una sociedad que no proteja y apoye a las familias es una sociedad condenada a sufrir con mayor intensidad la pobreza y la injusticia.

Por ello es esencial destacar que la "familia es un bien del cual la sociedad no puede prescindir, pero necesita ser protegida" (nº 44). Esta idea de la familia como bien social, que es una constante en la doctrina social de la Iglesia, está destacada en múltiples números de la Exhortación. Un bien social porque cuida de la fragilidad, un bien social porque transmite y reproduce valores esenciales, un bien social porque es la estructura esencial de la solidaridad. 

En España estos últimos años de profunda y severa dificultad para tantas personas y hogares el mayor sostén de la realidad han sido las familias. Hemos gozado como "las familias abiertas y solidarias hacen espacio a los pobres, son capaces de tejer una amistad con quienes lo están pasando peor que ellas (nº 183). No sólo han sido solidarias intrafamiliarmente, que lo han sido y mucho, sino que se han abierto al don de la caridad con los que más sufrían. En el fondo y desde lo hondo la principal característica de la familia "reside esencialmente en su capacidad de amar y enseñar a amar" (nº 53). Ese es su tesoro real.

Si la familia es un bien social, la Iglesia está llamada a hacer una pastoral social familiar que nos exige "a toda la Iglesia una conversión misionera: es necesario no quedarse en un anuncio meramente teórico y desvinculado de los problemas reales de las personas" (nº 201). La pastoral familiar necesita un baño permanente desde la realidad, desde el sufrimiento cotidiano de los hogares, desde los anhelos concretos y particulares. No podemos caer en un idealismo evasivo que solo nos haga responsables frente a una ideación y no auténticos garantes del evangelio de la realidad. Desde este perfume de la realidad "también se ha subrayado la necesidad de una evangelización que denuncie con franqueza los condicionamientos culturales, sociales, políticos y económicos, como el espacio excesivo concedido a la lógica de mercado, que impiden una auténtica vida familiar, determinando discriminaciones, pobreza, exclusiones y violencia. Para ello, hay que entablar un diálogo y una cooperación con las estructuras sociales, así como alentar y sostener a los laicos que se comprometen, como cristianos, en el ámbito cultural y sociopolítico" (nº 201). No sólo hay que vivir la realidad sino que desde el compromiso estructural estamos llamados a transformar la realidad. Si la realidad expulsa, si la pobreza llega a ser una herencia social, si la desigualdad nos desborda, si el grito de las familias refugiadas no es mostrada el evangelio de la familia queda chato, romo y fragmentado.

La alegría del amor es un llamado a poner la familia como un bien social fundamental y esencial que debe ser apoyado, protegido y acompañado.

Sabemos que las dificultades son muchas y profundas para muchas familias pero el espíritu del Resucitado "libera en nosotros las energías de la esperanza traduciéndolas en sueños proféticos, acciones transformadoras e imaginación de la caridad" (nº 57).

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