Álvaro Restrepo sj: "Jorge Mario es directo y franco, a veces reservado, pero siempre acogedor y fraterno"

Álvaro Restrepo sj:

"Nos llamábamos simplemente por nuestro nombre, dejando de lado protocolos innecesarios"

 

En el mes de septiembre el Papa Francisco visitará Colombia. Estará en Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena. Se me ha pedido una colaboración.  Con este motivo quiero compartirles un artículo que escribí para el Anuario de la Compañía y que lleva por título "Entre jesuitas: desde el Arzobispo Jorge Mario Bergoglio al Papa Francisco".

El teólogo José María Castillo escribía: "El Vaticano no es una isla. Por eso, cuando tanta gente de buena voluntad dice que la Iglesia necesita un buen papa, no se refiere a que el nuevo Pontífice sea conservador o progresista, de derechas o de izquierdas. Lo que importa es que sea un hombre libre y decidido. Necesita un hombre tan apasionado por el Evangelio, que desconcierte a todos cuantos en el papado buscan un hombre de poder y mando. El Papa debe resultar desconcertante. El día en que el Vaticano sea el ‘punto de encuentro' de todos los que sufren, ese día la Iglesia habrá encontrado el buen Papa que necesita".

Desde el momento en que a través del "correo de las brujas" se supo en Colombia que yo había sido Provincial de Argentina y que por tanto en varias oportunidades había tratado con el entonces Arzobispo de la capital Jorge Mario Bergoglio, actual Papa Francisco, los medios de comunicación colombianos no cesaron de llamar.

Mucho se ha escrito a propósito del Papa Francisco. Me propongo compartir con los lectores algunas de las cosas que aún recuerdo con admiración y gratitud.

Conocí en Roma a Jorge Mario durante una reunión internacional de la Compañía de Jesús. Trabajamos juntos el tema de los Hermanos (los jesuitas no sacerdotes). Recuerdo su profundo aprecio por ellos.

A los pocos meses de haber yo llegado a la Argentina para prestar el servicio de Provincial, Monseñor Bergoglio asumía el arzobispado de Buenos Aires. Fue así como nos encontramos en la Capital Federal. Nuestras relaciones se caracterizaron siempre por el respeto a la labor de cada uno.

Sus raíces familiares piamontesas y sencillas me ayudaron a comprender mejor los valores y el carácter de Jorge Mario. Nació el 17 de diciembre de 1936 en el barrio porteño de Flores. Se graduó como técnico químico. A los 21 años decide ser sacerdote. Entra al seminario diocesano de Devoto, dirigido en ese entonces por los jesuitas. Fué ordenado sacerdote en la Compañía de Jesús en 1969 y nombrado Provincial para el sexenio 1973-1979. En 1998 es designado Arzobispo de Buenos Aires.

 

No es amigo de ostentaciones ni de publicidades. Vivía en un modesto apartamento acanto a la Catedral. Por lo demás, considero inútil tratar de compararlo con alguno de los Papas del siglo pasado. Hay que tratarlo personalmente. Es directo y franco, a veces reservado, pero siempre acogedor y fraterno. Nos llamábamos simplemente por nuestro nombre dejando de lado protocolos innecesarios.

Destaco su afecto sincero por los pobres, por los enfermos, por los jóvenes y por los sacerdotes. Cuando uno de los párrocos le informaba que uno de sus familiares estaba delicado de salud, el Arzobispo Jorge Mario se ofrecía gustoso a reemplazarlo en sus tareas parroquiales.

No olvido sus llamadas telefónicas para preguntarme por la salud de los jesuitas y pedirme el favor de averiguar el horario más conveniente para conversar tranquila y discretamente con el enfermo.

En cierta ocasión un joven estudiante jesuita le pidió un consejo para su apostolado con los más necesitados. La respuesta es reflejo de una honda experiencia pastoral:

"Visita con frecuencia a los pobres, acércate a ellos, mira cómo viven y cómo comparten generosamente lo poco que tienen. Después reflexiona y ora. Lo que pastoralmente les guste y necesiten es eso lo que debes hacer".

Las homilías del Arzobispo el 25 de mayo, día nacional argentino, partían siempre del Evangelio. Con sumo respeto pero sin ambages predicaba acerca de lo que creía necesario comunicar a los presentes: gobernantes, ministros de estado y pueblo fiel -para el que, durante la ceremonia de la Catedral, permanecían las puertas abiertas.

Me acuerdo de la fuerza con la que pidió a los presentes que no se discriminaran a los emigrantes provenientes de Paraguay, Bolivia y Perú, so pretexto de que eran indocumentados:

"Ellos son hijos de Dios, personas hermanas y hermanos nuestros; poseen la tarjeta de identidad de sus países y si emigran a la Argentina es porque aquí buscan trabajo asumiendo con frecuencia las labores más duras. Sus salarios, si es que los reciben, son miserables. Respetémoslos y ayudémoslos".

 

El interlocutor captaba inmediatamente la cultura amplia y la honda espiritualidad de Jorge Mario. Fue profesor de literatura y de sicología, licenciado en filosofía y teología. En Alemania completó su tesis doctoral sobre Romano Guardini. Su entrega apostólica no reñía con sus tareas de gobierno de la Arquidiócesis. Por el contrario, la hacía más creíble.

No se limitaba a enseñar y a predicar acerca de la oración, la vivía. Conocía perfectamente y meditaba las cartas y los escritos de San Ignacio de Loyola, de San Juan de la Cruz, de Santa Teresa de Jesús y el diario espiritual de Pedro Fabro.

Sabemos también su aprecio por la obra de Jorge Luis Borges y de Leopoldo Marechal.

Bergoglio es hombre de discernimiento. En cierta ocasión conferí con él un asunto delicado. Me admiró su respuesta: "si lo que quieres viene de Dios, el Espíritu Santo te lo hará sentir internamente y se encargará de que lo que proyectas se lleve a cabo. Pero si lo que buscas no proviene de Él, tu plan no resultará".

El afecto por la persona de Jesús y la devoción a la Virgen María son recurrentes en sus charlas, escritos y homilías. La devoción a San José ocupa para Jorge Mario un puesto especial. No es simple coincidencia que asumiera oficialmente su pontificado un 19 de marzo.

 

Una cadena de televisión me hizo esta pregunta: ¿qué piensa usted de los cincuenta primeros días del Papa Francisco? Recordé que Dios es "el Dios de las sorpresas", "el Dios siempre mayor". Ciertamente me sorprendí al recibir la noticia de la elección de Francisco. Por vez primera teníamos en la historia un Papa latinoamericano y jesuita!

En la entrevista hice hincapié en sus gestos profundamente simbólicos del Papa Francisco y que llegan al corazón de la gente. La alegría y la esperanza de quienes lo escuchan y lo ven en la televisión son voz común, y no es raro oír personas que dicen haberse reconciliado con la Iglesia.

El 14 de marzo, día siguiente a la elección del nuevo Pontífice, el entonces Padre General de los jesuitas Adolfo Nicolás declaraba:

"En nombre de la Compañía de Jesús doy gracias a Dios por la elección del nuevo Papa, Cardenal Jorge Mario Bergoglio S.J., que abre para la Iglesia una etapa llena de esperanza.Todos los jesuitas acompañamos con la oración a este hermano nuestro y le agradecemos su generosidad para aceptar la responsabilidad de guiar a la Iglesia en un momento crucial. El nombre de ‘Francisco' con el que desde ahora le conocemos, nos evoca su espíritu evangélico de cercanía a los pobres, su identificación con el pueblo sencillo y su compromiso con la renovación de la Iglesia. Desde el primer momento en que se ha presentado ante el pueblo de Dios nos ha dado testimonio visible de su sencillez, su humildad, su experiencia pastoral y su profundidad espiritual".

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