“Dar un alma a la globalización con la educación, para evitar abusos de poder”

“Dar un alma a la globalización con la educación, para evitar abusos de poder”

El Papa Francisco recibió a estudiosos e investigadores de la Fundación “Gravissimum Educationis”: «Solamente cambiando la educación se puede cambiar el mundo»

«Dar un alma al mundo global, mediante una formación intelectual y moral que sepa favorecer las cosas buenas que ha aportado la globalización y corregir las cosas negativas». Una globalización «sin esperanza y sin visión», de hecho, «está expuesta al condicionamiento de los intereses económicos, a menudo alejados de una recta concepción del bien común, y produce fácilmente tensiones sociales, conflictos económicos, abusos de poder». Este es el mandato que el Papa Francisco encomendó a los miembros, investigadores y estudiosos, de la Fundación “Gravissimum Educationis”, organismo guiado por el cardenal Giuseppe Versaldi creado en 2015 por el mismo Bergoglio en ocasión del 50 aniversario de la homónima declaración conciliar. 

  

Ese documento «sugería la cooperación entre las instituciones escolares y universitarias para afrontar mejor los desafíos en acto», por lo que Francisco exhortó a la Fundación a «crear redes», recordando un principio fundamental para toda la Iglesia: «Solamente cambiando la educación se puede cambiar el mundo». 

  

«Hacer red», explicó el Papa, en el sentido de acercar «las instituciones escolares y universitarias para potenciar la iniciativa educativa y de investigación, enriqueciéndose de los puntos de fuerza de cada uno, para ser más eficaces a nivel intelectual y cultural». Esto implica «poner juntos los saberes, las ciencias y las disciplinas, para afrontar los desafíos complejos qcon la inter- y la trans- discipinariedad». También significa «crear lugares de encuentro y diálogo dentro de las instituciones educativas y promoverlos fuera de ellas, con ciudadanos de otras culturas, de otras tradiciones, de religiones diferentes, para que el humanismo cristiano contemple la universal condición de la humanidad de hoy». 

  

«Hacer red» también quiere decir convertir a la escuela en «una comunidad educadora en la que los maestros y los estudiantes no solo estén vinculados por un plan didáctico, sino por un programa de vida y de experiencia, capaz de educar a la reciprocidad entre diferentes generaciones», subrayó el Papa, teniendo en mente los desafíos «globales» que «interrogan al hombre de hoy». A la luz de ellos, la educación católica no debe limitarse «a formar mentes a una mirada más extendida, capaz de englobar las realidades más alejadas», sino que también se da cuenta de que, «además de extenderse en el espacio, la responsabilidad moral del hombre de hoy se propaga también a través del tiempo, y las decisiones de hoy caen sobre las futuras generaciones». 

  

El Papa también invitó, como hizo en la “Evangelii gaudium”, a «no dejarse robar la esperanza, una invitación a los hombres y a las mujeres de hoy, para que «encuentren positivamente el cambio social» y den esperanza «al mundo global de hoy». «Globalizar la esperanza» y «apoyar las esperanzas de la globalización» son, según el Papa Bergoglio, «compromisos fundamentales de la misión de la educación católica». Objetivos importantes que solamente se podrán alcanzar «mediante el desarrollo de la investigación científica, encomendada a las universidades». 

  

  

«Una investigación de calidad», recordó el Pontífice, «que tiene frente a sí un horizonte rico de desafíos». Los que ya indicó en la “Laudato si’”, que se refieren a «procesos de la interdependencia global, que por una parte se propone como una fuerza histórica positiva, porque marca una mayor cohesión entre los seres humanos; por otra, produce injusticia y muestra la estrecha relación entre las miserias humanas y las criticidades ecológicas del planeta». «El desarrollo» es la respuesta, afirmó Francisco, así como «la búsqueda de una ecología integral». 

  

Sin embargo, no hay que olvidar otros dos desafíos: uno «económico», basado en la búsqueda de «mejores modelos de desarrollo, adecuados a una concepción más auténtica de felicidad y capaces de corregir ciertos mecanismos perversos del consumo y de la producción». Y otro «político», teniendo en cuenta que «el poder de la tecnología está en constante expansión». Un poder que «implica una antropología basada en la idea de hombre como un predador y el mundo en el que habita como recurso para depredar a voluntad». Uno de los efectos, anotó el Papa, es «la difusión de la cultura del descarte, que aspira cosas y seres humanos sin distinción». 

  

Y el Papa aconsejó tres «criterios esenciales» para que los estudiosos e investigadores lleven a cabo mejor su trabajo: «la identidad», para «dar respuestas actualizadas a los dilemas del presente, teniendo una mirada preferencial por los más necesitados»; la «calidad», como «faro seguro para iluminar cualquier iniciativa de estudio, investigación y educación», y el «bien común», un objetivo difícil «en nuestras sociedades marcadas por la convivencia de ciudadanos, grupos y pueblos de culturas, tradiciones y religiones diferentes», pero fundamental, porque, hoy más que nunca, «hay que extender los horizontes del bien común, educar a todos a la pertenencia a la familia humana». 

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