Adopción ilegal y aborto

Adopción ilegal y aborto

La posibilidad de matar a la persona por nacer nunca puede ser esgrimida como opción para combatir la venta de niños o su entrega por fuera de la ley

 

En un reportaje a propósito de Una especie de familia, película recientemente estrenada, su director, Diego Lerman, abordó el controvertido tema de la venta de niños o su entrega directa, evitando los trámites de la adopción, y expresó que "un sistema de adopción aún complicado, el aborto ilegal y la pobreza forman el caldo de cultivo para que ocurran estas cosas".

Se podrá coincidir o no con este diagnóstico. Dos de las causas identificadas por el cineasta como responsables del flagelo que denuncia, tales como la complejidad del trámite de adopción, por un lado, y la pobreza, por el otro, son indiscutibles, pero no deja de extrañar la referencia al aborto ilegal, que nos lleva a pensar que en opinión del director un aborto "legal" evitaría o disminuiría fuertemente las ventas de niños. Así leído, y no hemos encontrado otra interpretación posible para esas expresiones, parece una aberración.

Ese falaz razonamiento conduce a que, para evitar la venta de bebes, sería mejor eliminar a los niños antes de que nazcan. Eliminarlos legal o ilegalmente no modifica el preocupante y doloroso resultado que ello produce.

Damos por sentado que tanto la "venta" como la entrega directa a quienes desean tener un hijo para evitar una adopción legal sustituyéndola ilegalmente por estos mecanismos para inscribir al niño como hijo de los aspirantes a padres o a nombre de su madre real y del futuro adoptante como padre, como un paso previo para luego pedir una adopción por integración a la pareja requirente, responden al comprensible deseo de concretar una filiación que la naturaleza les ha negado.

Está claro que tal actitud, sumamente repudiable, resulta incomparablemente más razonable o menos cruel que aquella que propone matar a los niños antes del parto para que no lleguen a ser vendidos o entregados por sus madres, las más de las veces sumidas en una pobreza que condiciona pero no justifica su criminal proceder ante la falta del debido acompañamiento de la sociedad.

No se entiende el argumento. Las propias madres carenciadas, en situación de extrema pobreza, gestan un hijo pensando en que alguna vía encontrarán para resolver la futura vida del niño, vida que aprecian como un bien superior. Eligen la vida y no la muerte.

Los adoptantes, motivados por el deseo de paternidad o de ayudar a dar familia a un niño, también eligen dar vida, criar y contribuir a desarrollar una persona humana con toda su potencialidad. Pero equivocan el proceder.

Sería muy positivo acelerar los trámites que involucra una adopción como modo de evitar los atajos ilegales. También, debemos preocuparnos y ocuparnos de eliminar la situación de pobreza extrema que obliga a una madre a ceder al niño que no puede mantener o a gestarlo con el único y desdichado fin de venderlo.

La presencia del Estado o de la sociedad civil resulta clave e insustituible como apoyo para el mantenimiento del hijo en su familia de sangre, prestando para ello la ayuda material y psicológica necesaria y, si esto no fuese posible, aportando su presencia para canalizar la situación hacia una adopción con todas las garantías.

Invocar el aborto, la muerte de la persona por nacer, como modo de evitar la entrega ulterior del nacido resulta inconcebible.

Apostar a la vida es siempre la actitud humana deseable para el bien del niño y de su madre, tan traumáticamente afectada cuando las circunstancias la empujan a interrumpir la gestación. Debería primar el planteo exactamente opuesto: evitar el aborto, con todas sus negativas aristas, y acompañar facilitando el camino a la entrega en adopción, de manera ágil y segura. La muerte no puede ser nunca una opción.

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