Abren la causa de beatificación del primer obispo de Cafayate

Abren la causa de beatificación del primer obispo de Cafayate

Monseñor Diego Gutiérrez Pedraza dirigió la Prelatura de Cafayate desde 1973 hasta su muerte en 1990. Quería que todos los habitantes de los Valles Calchaquíes tuvieran "una casa que habitar, una mesa que comer, un libro para leer y un Cristo para rezar".

El obispo prelado de Cafayate, monseñor José Demetrio Jiménez, hizo saber que el sábado 8 de septiembre, fiesta de la Natividad de Santa María Virgen, en la misa que presidirá a las 19.30 en la catedral cafayateña, se dará inicio a la investigación sobre la vida, virtudes y fama de santidad del Siervo de Dios monseñor Diego Gutiérrez Pedraza, primer obispo de la Prelatura de Cafayate. 

Además, el domingo 7 de octubre, solemnidad de Nuestra Señora del Rosario, Patrona de la Prelatura, se dará inicio al Año Jubilar con motivo del 50° aniversario de la creación de la Prelatura de Cafayate. La celebración comenzará a las 18 con una procesión y una santa misa que presidirá el arzobispo de Salta, monseñor Mario Antonio Cargnello. 

La Congregación para las Causas de los Santos, del Vaticano, manifestó que nada impide la iniciación de esta causa de beatificación y canonización. Por su parte, la Orden de San Agustín, a la cual pertenece Gutiérrez Pedraza, designó postulador y actor en la causa al padre Josef Sciberras.

La Prelatura de Cafayate 

Monseñor Diego Gutiérrez Pedraza fue el primer obispo del Valle Calchaquí, una porción de la Iglesia Católica denominada Prelatura de Cafayate, creada el 8 de septiembre de 1969, con la bula "Praeclarisima exempla" del beato papa Pablo VI, quien la encomendó a los sacerdotes agustinos de la provincia agustiniana del Santísimo Nombre de Jesús, de España. Precisamente en 2019 cumplirá sus primeros 50 años de existencia. 

La Prelatura tiene una extensión aproximada de 47.000 kilómetros cuadrados con una población de 70.000 habitantes. Se extiende por tres provincias argentinas, la de Catamarca, por medio de sus departamentos de Antofagasta de la Sierra y Santa María; la de Tucumán, con las poblaciones de Amaicha del Valle y Colalao del Vale, del departamento de Tafí del Valle; y la provincia de Salta, con sus departamentos de Cafayate, San Carlos y Molinos. 

Monseñor Peralta estuvo 17 años al frente de la Prelatura, exactamente desde el 16 de diciembre de 1973, hasta su muerte acaecida el 23 de noviembre de 1990. Además ejerció como administrador apostólico los tres años anteriores. Por lo tanto se puede decir que dedicó una tercera parte de su vida a la atención pastoral del Valle Calchaquí, al que amó con todo su corazón y hoy sus restos descansan en la iglesia catedral de Cafayate, de acuerdo a su expreso deseo. 

Breve biografía de Diego Gutiérrez Pedraza

Nació el 26 de septiembre de 1926 en la Región de la Valdavia, en un pueblo llamado Barriosuso, integrado al ayuntamiento de Buenavista, perteneciente a la provincia de Palencia, en el noroeste de la península ibérica. Es el hijo primogénito del matrimonio de Valentín Gutiérrez y de Daría Pedraza. Después nacieron sus hermanas Visitación y Piedad y, el más pequeño, Enrique. 

Sus estudios los realizó, primero en la Preceptoría de Barriosuso. Cuando cumplió sus 13 años, en 1939, ingresó en el Real Monasterio de Santa María de La Vid, enclavado en el corazón de Castilla la Vieja, para proseguir los estudios de bachillerato. En el mismo monasterio comenzó su vida religiosa agustiniana, tomando el hábito de San Agustín el 11 de octubre de 1944. 

Prosiguió sus estudios habituales de Filosofía y Teología en forma regular, hasta concluir satisfactoriamente su carrera eclesiástica el 30 de junio de 1951. Como era costumbre en aquellos años, ya había recibido la ordenación sacerdotal el 11 de marzo del mismo año. Su primera misa la celebró en su pueblo natal, Barriosuso de Valdavia, en la parroquia San Juan Bautista, donde había sido bautizado. 

Su primer destino fue la viceprovincia de la Argentina, a la que llegó el último día del año 1951. Los superiores lo destinaron a la parroquia San Agustín en la ciudad de Mendoza. En 1957 fue nombrado superior y párroco de San Agustín, en Buenos Aires. El padre Peralta contaba a la sazón 31 años, pero se desempeñaba con toda prudencia y celo pastoral. Muy preocupado por los enfermos y ancianos, a quienes visitaba asiduamente, se mantuvo siempre cercano de los grupos apostólicos de la parroquia. 

En 1966 sorpresivamente fue designado vicerrector del monasterio de Nuestra Señora de La Vid y maestro de profesos, aunque no permaneció mucho con ellos, pues en 1969, al crearse la Prelatura de Cafayate, se pensó en el padre Diego para ponerlo al frente de la prelatura. 

El 9 de febrero de 1969 regresó a la ciudad de Buenos Aires y unos días más tarde viajó junto con el padre Gerardo Ureta a la ciudad de Salta, para iniciar esta nueva andadura pastoral en el Noroeste Argentino. El entonces arzobispo de Salta, monseñor Carlos Mariano Pérez, lo nombró párroco de Cafayate, centro de la Prelatura, mientras que el padre Gerardo se instalaba en San Carlos. 

Primero fue nombrado administrador apostólico de la Prelatura y el 16 de diciembre de 1973 fue ordenado como el primer obispo de los Valles Calchaquíes. 

Desde el primer momento tuvo muy claro su objetivo pastoral, resumido en estas palabras: “construir la comunidad eclesial, que es comunidad de fe, de culto y de caridad”. Era necesaria la promoción humana de todos y de cada uno de los habitantes de la zona, que el flamante obispo expresaba con estas palabras: “Llegue pronto el día en que todos los habitantes de los Valles Calchaquíes tengan, como escribe uno de nuestros profetas, una casa en que habitar, una mesa en que comer, un libro para leer y un Cristo para rezar”. 

Estos deseos se fueron haciendo realidad a lo largo de casi dos décadas que estuvo al frente de la Prelatura. Supo estar cerca de cada una de las personas, tanto del pobre como del hacendado; visitó todas y cada una de las comunidades de los Valles, tanto los parroquias céntricas, como las de los lugares más alejados, llevando siempre su palabra cálida, profunda y evangelizadora para alentar a todos en el camino de la santidad. En sus cartas pastorales procuró siempre cumplir con el deseo de la Iglesia. 

De sus cualidades se puede afirmar: “Persona alta y delgada. Juicio equilibrado y sereno, bondad y comprensión, compromiso religioso, fervorosa vivencia de la fe, cordialidad, sencillez y cercanía con los más necesitados”. Así lo expresa el padre José Villegas, que lo confesó antes de morir y comentó: “Era un santo”.

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